Promocionar la salud y prevenir la enfermedad parece un ejercicio razonable y deseable para las sociedades modernas. Ya lo dice el refrán, más vale prevenir que curar. Más vale sí, y además cuesta menos. Siempre es más barato evitar que se produzca la enfermedad que asumir el coste de su tratamiento y de las posibles complicaciones derivadas del mismo. Por no hablar del coste de oportunidad en el caso de las muertes evitables o del absentismo laboral que originan. Una cara y pesada carga que asumimos todos, dicho sea de paso.

Calcular el coste de todo ese gasto es relativamente sencillo, sobre todo si para evitar la enfermedad usamos un recurso totalmente gratuito desde su fabricación en origen hasta su destrucción y reciclado. Este recurso es natural, es ilimitado mientras existan mujeres en la tierra y es totalmente respetuoso con el medio ambiente, no necesitando recarga de energía, ni método de eliminación de restos orgánicos. Este recurso es la lactancia materna.

No somos del todo conscientes del impacto positivo para la humanidad si retomáramos su uso mayoritario de forma universal. Ser alimentado con lactancia materna exclusiva durante 6 meses y de forma prolongada junto con otros alimentos seguros durante 2 años o más, podría cambiar el destino de muchos niños/as y familias que podrían evitar pasar por enfermedades agudas y crónicas, según nos indica la OMS y los expertos en esta materia. Y me dejo a un lado el enfoque psicológico y emocional, también tremendamente importante.

En las sociedades desarrolladas nuestros niños y niñas crecen en un ambiente que ha llegado a definirse por los expertos como ambiente obesogénico, es decir, que la infancia está rodeada de hábitos no saludables en el seno familiar, publicidad engañosa, alimentos saturados de proteínas y azúcares que permiten el engorde rápido y todo ello, con más factores asociados a nuestra cultura y educación heredada, les conduce a tener propensión de sufrir enfermedades crónicas en edades posteriores, como la diabetes, la elevación del colesterol en sangre, o la aparición de obesidad y sobrepeso.

Son muchos y solventes los estudios científicos, avalados por organismos internacionales, que afirman que la Lactancia Materna Exclusiva los 6 primeros meses de vida, es un factor protector ante estas enfermedades; hablamos de evitar en un 34% la aparición de la Diabetes tipo 2, y en un 12% a 24% el sobrepeso y la obesidad. Son cifras nada desdeñables en la que ya se denomina la epidemia del siglo XXI.

Desde el punto de vista económico, en un estudio llevado a cabo en EE.UU por Bartick el año pasado, se publicó que si el 90% de los niños/as de ese país fueran alimentados con lactancia materna exclusiva, se produciría un ahorro total de 4.3 mil millones de dólares evitando enfermedades infantiles prevenibles como la leucemia, la obesidad, la Enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, las enfermedades respiratorias del tracto inferior, la enterocolitis necrotizante, o el Síndrome de Muerte Súbita del Lactante. Pero además, no olvidemos que la lactancia materna en las madres evita la diabetes, la hipertensión, la obesidad, el cáncer de mama, y el infarto de miocardio, todas ellas patologías que han sido probadas como evitables gracias a la lactancia materna como hábito de forma prolongada.

En Reino Unido, convencidos que les sale más económico prevenir que curar, han pagado un cheque a las madres que amamantan a sus bebés, política a largo plazo que compensa a la economía del país y al contrario de lo que puedan pensar, les sale más barato subvencionar la lactancia materna, que hacer frente al gasto derrochador de una sanidad cortoplacista y poco convencida de las medidas de salud pública que debe hacer frente a enfermedades prevenibles tanto infantiles como maternas y los gastos sociales ligados a ellas.

¿Sabían que el cáncer de mama se podría evitar en un 50% de los casos si el hábito de amamantar a nuestros bebés se alargara hasta los seis meses de vida? Este estudio fue publicado en el año 2002 en el British Medical Journal, pero al parecer cayó en el olvido. Los científicos que lo recuperaron hicieron de nuevo experimentos; el más cercano en la bonita ciudad de Granada, donde la profesora Aguilar Cordero aseguraba en 2010 que dar la teta a tu hijo te protege en un 4,3% por cada 12 meses lactando. Todo un porcentaje a tener en cuenta en mujeres de edad fértil en las que ya tener un bebé te otorga un 7% de protección frente a ese tipo de cáncer.

Si a esto le añadimos que la lactancia es un producto gratis, mágico, único, transferible, sin sospechas mercantilistas porque no pertenece a ninguna patente farmacológica, lo hace más interesante aún si cabe. Hay madres que incluso lo donan a los emergentes pero insuficientes bancos de leche en España. Donarían más, me consta, si fuera más sencillo hacerlo.

Parece de locos que no se promocione su uso de forma contundente y continuada en nuestro país, con programas efectivos de educación, normalización y apoyo real del amamantamiento hasta que madre y niño/a así lo quieran. Parece imperdonable que siga habiendo personal sanitario, jueces, empresarios, políticos, que dudan de estas bondades y meten la pata opinando y sentando cátedra según sus propias experiencias personales, dejando aparcadas la evidencia científica y la formación aplicada a la práctica y que terminan perjudicando a la lactancia que la madre quiere continuar. Parece denunciable que se esté sacrificando tanto el derecho de los bebés como el de las madres a tener la mejor salud posible, para terminar comprando leches de fórmula, el famoso plan b(iberón) cuando éste no está indicado. Y no, no es cierto que la mayoría de las madres no tienen leche, no es cierto que no podamos dar teta si ese es nuestro deseo, por muchos problemas que puedan surgir y las circunstancias que puedan aparecer. La lactancia debe cuidarse en todas ellas "como oro en paño", y actualmente eso no es así. La lactancia materna, si la madre lo desea, es posible en la gran mayoría de los casos, por no decir en todos. Debe ser cuidada sea cual sea la situación: ingreso materno, pruebas diagnósticas, divorcios matrimoniales, reincorporación al trabajo, o apoyo familiar adverso.

Lo cierto es que estamos a la cola de Europa en materia de lactancia materna. Hemos olvidado que nacemos de nuestra madre y que es ella la que nos alimenta. No es cierto que el plan b sea mejor, ni incluso es igual. Hacerlo de otra forma tiene consecuencias y un estupendo beneficio sólo a los que venden el plan b. Y por ende, tampoco sabemos, porque nadie nos lo cuenta, lo carísimo que esto nos sale a todos.

Marina Leal Clavel

Enfermera especialista en Enfermería Pediátrica.

Profesora de Enfermería Infantil de la Universidad Cardenal Herrera

Secretaria de la Asociación de Apoyo a la Lactancia Materna La mama d'Elx