En un ambiente de fiesta y de música, de brasas, chuletas, morcillas y longanizas, de mucha coca salada, rellena o de verduras, y de refrescos y cervezas, pero también de olor a hoguera y con un barrio tomado por cientos y cientos de coches, que tuvieron que estacionar en calles y solares habilitados para la ocasión, miles de ilicitanos acudieron ayer a San Antón a participar de una de las tradiciones más queridas y antiguas de Elche, la de Sant Antoni del Porquet, en una larga jornada donde se venció al frío de enero y, también, como fue la de ayer, a la inestabilidad atmosférica y a algunas gotas de lluvia; todo, por acompañar al patrón de los animales, a San Antonio Abad, el gran protagonista del día, quien da nombre a uno de los barrios más humildes y queridos de la ciudad, pero que mejor ha sabido conservar y transmitir esta tradición que heredaron de sus mayores. De hecho, está documentada en la Edad Media y se realiza el domingo siguiente al 17 de enero, festividad del santo, de quien se decía que amansaba a las fieras. Y está tan arraigada en este barrio que los vecinos llevan días de fiesta (el sábado fue otra jornada completa), lo que sirve para hermanar aún más si cabe a personas que han pasado toda su vida en él y se conocen desde siempre.

Las decenas de puestos, tanto dulces como salados a los que era muy difícil resistirse, con productos, como el turrón de novia o las manzanas de caramelo, que se pueden adquirir en cualquier momento del año pero que tienen en el de ayer su día, obligaron, como es habitual, a «tomar» otros barrios colindantes, como la zona nueva de Altabix, el polígono industrial o Los Palmerales, huertos como Travalón, San Antoni y El Cabolo, así como parcelas pendientes de edificar entre unos y otros a fin de que las personas tuvieran un mayor espacio para desplazarse con comodidad.

La Policía Local reguló el tráfico toda la jornada registrándose atascos puntuales, con pasos de cebra llenos de peatones que iban y venían, y con cientos de conductores que paraban en cualquier lugar para desembarcar los útiles que portaban en los coches, hasta toldos, que al final prácticamente ni hicieron falta por la ausencia de sol, pero que sí sirvieron a última hora para guarecerse cuando las temperaturas fueron bajando. Era fácil ver el ajetreo desde las nueve de la mañana de familias enteras llevando las viandas típicas del día, la leña para la hoguera y el mobiliario del camping (mesas y sillas, así como también neveras), todo para pasar un día al aire libre por desapacible que se anunciara.

Viandas

Al mediodía, mientras el olor de chuletas y embutidos a la brasa se extendía ya lentamente como una mancha de aceite por todos lados y muchos disfrutaban del ágape característico de la jornada, con la tradicional tortilla de patatas, la magra o el bacalao con tomate y dulces varios, y otros iban curiosos entre las «paraetas» y puestos, el patrón llegaba en romería y «bailando» por gracia de las costaleras y costaleros, anunciado por la cohetería, para proceder al momento cumbre de la jornada, que no era otro que el de la bendición de los animales. Y además de los que se acercaban con sus mascotas, que fueron muchos, también había muchos curiosos para ver quién traía el más original. Los que mejor se lo pasaron, una vez más, fueron los niños viendo cómo sus mayores tienen una devoción por el suyo al punto de sacarlos a la calle en sus jaulas, para que no se escaparan, como periquitos y canarios; o cogerlos cariñosamente en brazos y bien abrigados, como era el caso de perros y gatos, sin que faltara alguna tortuga, cerdo o hamsters. Todos ellos pasaban delante de los sacerdotes y de la imagen, dándoles los párrocos la bendición y el tradicional rollo, que recibían con una sonrisa de oreja a oreja. Un portavoz de la Policía destacó la ausencia de incidentes. Más de 20.000 ilicitanos se acercaron a participar de esta jornada que concluyó muy tarde, cuando las luces de las últimas atracciones se fueron apagando, ya de noche, para dar paso a otro lunes de trabajo.