Ha pasado por el Centro de Salud de El Toscar, de Doctor Sapena, de El Raval y por el Hospital General de Elche. Su labor profesional le ha permitido atender a miles de pacientes a lo largo de sus 28 años de carrera profesional como fisioterapeuta. Una labor que comenzó un año después de graduarse, en 1990, y que ha servido, además de para sanar a todos los usuarios que han pasado por sus manos, para dar todo un ejemplo de integración en el mundo laboral. José Mira era hasta hace tan solo unos días, cuando se jubiló, uno de los fisioterapeutas del Hospital General de Elche. Una profesión a la que llegó tras desafiar su ceguera, que arrastra desde los 7 años de edad. Una discapacidad que no le impidió seguir su sueño de ser fisioterapeuta. Era su vocación. Y con trabajo, esfuerzo, e ilusión consiguió graduarse en 1989, con 23 años, gracias a la Escuela Universitaria de la ONCE.

Para ello, tuvo que trasladarse a Madrid, ya que era el único lugar donde se ofrecía la formación adaptada a sus necesidades. Allí también estuvo trabajando durante mucho tiempo como vendedor de la ONCE, organización a la que hoy en día sigue vinculado y a la que «tengo mucho que agradecer, por todo lo que me han ayudado desde que me quedé ciego». «Hay pacientes a los que les choca cuando entran a la consulta y me ven, pero siempre me he sentido muy bien acogido, tanto por ellos como por mis compañeros, que siempre me han ayudado a adaptarme en cada uno de los centros en los que he estado», asegura. Lo más difícil, cuenta, quizás haya sido cada traslado, cuando pasaba de un centro de salud a otro -llegó a estar incluso en Orihuela-, ya que cada traslado suponía tener que adaptarse a un nuevo entorno, situarse espacialmente y «mapear» el edificio.

En la actualidad, es cada vez más frecuente ver más casos como los de este fisioterapeuta en las consultas y en otros entornos laborales, pero cuando él empezó, costó abrirse un hueco. «Ha evolucionado, pero va lento. La integración social es muy dura. Es complicado concienciar a la sociedad, pero hay avances», asegura. La fisioterapia, de hecho, es una de las salidas más frecuentes para las personas con discapacidad visual, ya que, gracias al sentido del tacto, no necesitan para nada de la vista a la hora de desarrollar terapias, realizar las labores de rehabilitación o pasar consulta.

«El cambio de mi vida»

De hecho, asegura que «el 98% de los titulados de la Escuela de Fisioterapia de la ONCE, encuentran trabajo».Pese a que reconoce que en muchos momentos ha sido duro compaginar la vida personal y laboral, asegura que «una de las mejores cosas que me pasó en la vida fue cuando en 2006 me decidí a ir a por un perro guía. Me cansé de chocarme con todo», confiesa. «JD», su inseparable amigo,m llegó finalmente en 2008, y «aunque al principio estaba muy preocupado porque ase adaptara y me adaptara yo, fue la mejor decisión de mi vida.

JD tiene su propio espacio en la consulta, una cama en la que descansar mientras José Mira trabaja, y sin duda pronto se convirtió en sus ojos, para poder moverse con total libertad no solo para acudir a su puesto de trabajo, sino por toda la ciudad.

Su cercanía y trato al paciente le han llevado a ser uno de los profesionales más querido del centro hospitalario. De hecho, hace tan solo unos días, la dirección del centro le rindió un homenaje, al que acudieron compañeros y su familia al completo. Su mujer, que también es ciega, y sus dos hijos, que han seguido sus pasos en el mundo de la Fisioterapia, estuvieron arropándolo.

Y aunque echará de menos la profesión, aprovechará el tiempo libre para hacer cosas que, hasta ahora, no podía. «Tengo muchos proyectos. Me gustaría retomar mis estudios de piano y poner en práctica una actividad de teatro en la ONCE, aunque lo que más me apetece es pasar tiempo con mi familia». En el recuerdo quedan ahora miles de experiencias, que espera que sirvan para allanar el camino a otros en su situación.