Desde hace aproximadamente ocho años existe un vínculo muy especial entre el colegio público de educación especial Tamarit y el instituto Severo Ochoa, ambos de Elche. Cada año, con motivo del Día Internacional de las Personas con Diversidad Funcional, se van turnando como sede para celebrar una jornada de convivencia. Ayer le tocó el turno al instituto y, una vez más, fue una experiencia que marca.

«Estamos cambiando todos. El perfil del alumno joven cada vez ve con menos miedo o prejuicios a un alumno con otras capacidades. Cada vez está más normalizado y estamos evolucionando para bien», señalaba ayer José Carpena, director del colegio Tamarit, al final de la jornada que, de 9 a 12 horas aproximadamente, se desarrolló en el centro de Secundaria.

Estrechar lazos

Unos 90 alumnos del colegio y unos 140 del instituto pudieron estrechar lazos a través de talleres, actividades deportivas, la música o un pequeño almuerzo.

«El taller de crepes ha sido el que más ha triunfado, y también el de musicoterapia y, en general, el de manualidades», subrayaba María José Arias, vicedirectora del instituto, quien desde hace mucho tiempo tiene claro que trabajar conjuntamente con estas personas es un beneficio para todas las partes. «De las personas con discapacidad recibimos mucho más de lo que les damos a ellas», aseveraba.

El día comenzaba con una acogida en las pistas deportivas, formando grupos con estudiantes de los dos centros para que se ayudaran unos a otros en su tránsito por cuatro talleres.

Actividades

En total estaban programados una decena de talleres, pero al ser tantos alumnos no daba tiempo a que todos los recorrieran. Unos por ejemplo practicaron boccia (parecido a la petanca) de la mano de la destacada estudiante y deportista ilicitana Desirée Segarra; otros tomaron parte de un taller emocional, donde los alumnos expresaron a través de la pintura distintas emociones; mientras otros grupos creaban pelotas antiestrés utilizando básicamente arena y globos.

En un principio, algunos alumnos de uno y otro centro no terminaban de unirse, pero conforme avanzaba la mañana todos trataban de ayudarse y disfrutar al unísono. «Los gestos y las miradas te dicen que ya están cambiando la actitud al trabajar en conjunto», reflexionaba la vicedirectora del instituto sobre los primeros momentos del encuentro de convivencia.

Para Carpena, eventos de este tipo «hacen a nuestro cole más visible», además de resaltar que la experiencia es «buenísima». En este colegio se acoge a personas de entre 12 y 21 años con algún tipo de inmadurez psicológica, lo que no es óbice para realizar un montón de tareas.

«Lo importante es compartir cosas con personas diferentes. Que todos sepamos que son capaces y que todos somos iguales desde la diferencia», agregaba Arias sobre esta iniciativa que se enmarca en lo que denominan proyecto TEA: Todos Enseñamos y Aprendemos.