Helia González, quien fuera presidenta del Ateneo Repúblicano de Elche, falleció ayer a los 84 años. Mujer vitalista y exponente de la cultura ilicitana en diversas facetas, con una historia de recuerdos imborrables que le sirvieron para sobrevivir siendo niña y de los que aprendió la importancia de las pequeñas cosas, esta tarde será incinerada en la intimidad. Sus restos mortales reposan en el tanatorio de Carrús.

Su vida estuvo marcada por el exilio a Argelia, al que se vio obligada marchándose en el mítico Stanbrook desde el Puerto de Alicante huyendo de la represión franquista junto a su hermana y sus padres. Tenía tres años. Por este motivo hace poco más de dos meses recibió el reconocimiento de Elche junto a su hermana Alicia, tres años mayor que ella. Ambas recibieron por parte de la Corporación la medalla de plata del Bi.milenari. Un reconocimiento por «su contribución a los valores cívicos y culturales que ayudan a hacer una sociedad más justa y solidaria», se destacó en el acto. Allí recordó, desde el escenario del Gran Teatro, cómo fue esa huida junto a tres mil republicanos más. Sus palabras fueron las más aplaudidas por un ejercicio de sinceridad: ninguna de ellas se creía merecedora de una distinción tan importante.

Esa fuerza vital hizo que a lo largo de su vida fuera actriz, cantante y escritora, según recoge la Cátedra Pedro Ibarra en su biografía. Fundadora del grupo teatral «bandera» de la ciudad durante muchos años, La Carátula, junto a su hermano Antonio, fue también primera protagonista de la obra «La Sirena Varada», de Alejandro Casona, dirigida precisamente por él. Igualmente fue profesora de francés e impulsora del Turismo. Durante años fue presidenta del Ateneo Repúblicano siguiendo una convicción que heredó de sus padres.

Helia González fue la pasajera del Stanbrook 2.276. Hace unos meses asistieron al descubrimiento del busto de Dickson,el capitán del navío que las llevó hasta Argelia aquel mes de marzo de 1939. Zarpar desde el puerto de Alicante probablemente les permitió seguir con vida. Casi 80 años después, a Helia no le salían las palabras: «El capitán se lo merece todo. Su humanidad salvó a tanta gente que le estaremos eternamente agradecidas».

No habrá velatorio por expreso deseo, pero siempre quedará su recuerdo en la historia de la ciudad.