Entregados en el Cineclub todas las semanas al combate por la defensa del cine de autor menospreciado por una red comercial que margina al espectador que quiere ver otras historias y otras narrativas, pocas veces tenemos ocasión de declarar nuestro amor al cine. Luchar por hacer visible en nuestra ciudad un cine más heterogéneo es, ya de por sí, un reconocimiento de nuestro afecto ilimitado, aunque son tantas las películas que se menosprecian en la cartelera que no es imposible atender al cine que surge en los márgenes. Sin embargo, como sucede de tanto en tanto, dedicamos un hueco de nuestro programa a la veneración. Llega el viernes 30 de noviembre el momento de la admiración por los clásicos indiscutibles recogidos en una película que forma parte de la historia del cine por méritos propios: perpetuar una leyenda y matizar el mito de los Lumière.

Se trata de «Comienza la aventura», película que nos sirve, ahora que acabamos de celebrar el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, para reclamar la protección de un material que nos concierne, y del que ha desaparecido el 80% de la producción. Ojalá pudiéramos disfrutar de las películas mudas que se han rodado en Elche como podemos disfrutar de las películas de los hermanos franceses que dieron un verdadero empuje a la carrera científica al aprovechar, antes que otros inventores, el defecto del ojo humano que permite la persistencia de la imagen en la retina cuando se aceleraba el paso de imágenes a 16 fotogramas por segundo (incrementado a 24 cuando llegó el sonido). Una carrera que se hunde en la noche de los tiempos cuando en las cavernas aquellos seres humanos que pintaban en las paredes quisieron dotar de la ilusión del movimiento sus escenas de caza.

Los hermanos Lumière, a los que nos referimos enciclopédicamente como inventores del cinematógrafo al patentarlo (el 13 de febrero de 1895) antes que Edison pocas veces son considerados artistas. Thierry Frémaux, delegado general del Festival de Cannes y director del Instituto Lumière, salvaguarda de su legado, ha compuesto una película para reivindicar su talento como creadores cinematográficos y no solo meros técnicos a lo largo de una carrera que incluye 1.422 cortometrajes. De todos ellos, el cineasta ha escogido 108 filmes agrupados por temas para demostrar que, aunque por cuestiones técnicas sus películas duraran 50 segundos y no tuvieran cortes ni montaje, fueron los primeros en posicionar la cámara («La salida de los obreros de la fábrica Lumière»), en crear gags («El regador regado»), en hacer remakes («El regador regado» de nuevo), en cuidar los encuadres con luces y sombras («La llegada del tren a la estación de la Ciotat»), en aventurarse en el lenguaje narrativo.

Una película que, como define David Trueba, con el que abríamos la programación del mes de noviembre con su película «Casi 40», es una «mezcla de antropología y placer para entender el efecto que esa invención ha tenido sobre nosotros» y que nos ha permitido, a través de sucesivas evoluciones técnicas, mantener viva la ilusión del cinematógrafo. Ahora, gracias a la Concejalía de Cultura, con la proyección de «¡Lumière! Comienza la aventura» el próximo viernes 30 en el cine Odeón a las 18 y 20:30 horas, el Cineclub Luis Buñuel quiere hacer partícipes a nuestros socios y amigos de la reafirmación de la aventura que nos ocupa desde hace 45 años en Elche.