Los agricultores de Elche tendrán que esperar hasta enero para gozar de la lluvia. Primero les tocará afrontar un otoño muy seco que pondrá en jaque la cosecha de la verdura de invierno. Al menos, así lo aseguran las cabañuelas, tradición ancestral del Camp d'Elx que muy pocos conservan, apenas ya el agricultor Pascual Román, que intenta inculcar esta labor de observación del cielo y anotación durante los primeros 24 días de agosto a su nieto, Héctor Maciá. «Las cabañuelas dan agua para septiembre pero para el resto del otoño ni una nube», augura Román.

Aunque pocos son ya los agricultores que se fían de esta predicción que se realiza desde hace cientos de años, y prefieren guiarse por el veredicto de la tecnología, Román sostiene que las cabañuelas del pasado año tuvieron un porcentaje de acierto superior al 80%. «En enero se empezará a revolver el tiempo y las lluvias se prolongarán hasta mediados de junio», sostiene este veterano agricultor, que también confiesa que los efectos del cambio climático en el cielo ilicitano hacen que cada año sea más complicado atinar con el pronóstico. «Muchas nubes desaparecen de repente sin descargar lluvia», asegura en una inquietante confesión.

A Román le gustaría equivocarse en sus predicciones de este año, aunque mantiene una fe ciega en las cabañuelas. Según su vaticinio, alcachofas, habas, brócolis y coliflores lo van a pasar mal para dejar una buena cosecha por la falta de agua que va a haber a lo largo de los próximos meses. Su confianza en este proceso se demuestra en los 69 años que lleva poniéndolo en práctica, desde que su abuelo, poco antes de fallecer, le designara como heredero de su libreta de anotaciones. Desde que tenía la edad actual de su nieto lleva observando el cielo ilicitano en agosto y ahora espera que el pequeño Héctor tome el testigo.

En Elche las cabañuelas siguen vivas gracias a la labor de Román, aunque no es la única zona de España en la que se realizan. Según su conocimiento, también se hacen en Madrid y Extremadura, cambiando el mes en algunos casos, ya que en otras latitudes la observación se hace en enero. «Sería una pena que se perdiera esta tradición porque existe desde hace más de mil años», reflexiona el ilicitano.

Su nieto lleva dos años haciendo las cabañuelas junto a él, que le da un consejo: «Esto no es una tarea fácil. Hay que levantarse temprano para ir apuntado todos los movimientos que hay en el cielo durante el día».