A las 19.07 horas la Virgen de la Asunción Virgen de la Asunción era coronada ayer reina en los cielos. Los inagotables aplausos y los «¡viva la Mare de Déu!, ¡viva la Virgen de la Asunción!» se sucedieron a partir de entonces, solo interrumpidos por el «Gloria» de la Capella. Pero una vez acabado éste, de nuevo, las voces y las palmas de la gente del pueblo de Elche volvían a llenar la basílica de Santa María y sus alrededores para mostrar su amor y devoción a la Patrona y acompañar así con cálidos aplausos a los cantores y escolanos en su salida final por el Andador.

Se acababa de asistir al momento culminante de la segunda parte del Misteri, La Festa. Fue todo un gozo, pese a la elevada humedad, y tal vez menos calor que otros años, contemplar este Patrimonio de la Humanidad en su día grande.

Con las puertas de la basílica abiertas, gente en la calle intentando escudriñar lo que se estaba desarrollando en el templo, y más público que nunca en su interior, los niños y adultos que intervinieron ayer en el Misteri dieron lo mejor de sí mismos y se notó. Los asistentes tenían ganas de aplaudir y se contenían hasta que se abrían y cerraban las puertas del cielo en cada ocasión que aparecían los aparatos aéreos.

Así por ejemplo, tras la Judiada, uno de los momentos más esperados, y la procesión-entierro de la Virgen, la aparición del Araceli, que desciende para unir el alma de María a su cuerpo y llevarla a los cielos resucitada, era un momento al que se aguardaba con gran expectativa, y solo superado, como no puede ser de otro modo, por la aparición de la Coronación con la Santísima Trinidad. Es entonces cuando el Padre Eterno deposita sobre la cabeza de la Virgen la corona imperial. María ha sido coronada como reina y ama de la creación y se asiste al instante más emotivo de toda la representación.

Si antes las lágrimas no habían surgido, es aquí cuando brotan, en recuerdo de un ser querido o formulando un deseo interno la más de las veces. Toda la basílica, creyentes o no creyentes, aplaude. La admiración por lo que se está viviendo, con el órgano engrandenciendo aún más las dimensiones de Santa María, se contagia, se transmite. Es pura energía de paz y reconciliación con uno mismo y con los demás lo que se respira, al menos en unos momentos llenos de fraternidad y agradecimiento.

El trabajo de los que están de cara al público es el que se ensalza, pero también es momento de acordarse de tramoyistas, iluminadores, técnicos, porteros, azafatas, sastresas y peluquería, camareras de la Virgen, personal laboral de la Casa de la Festa y demás sin los que no sería real La Festa actual. Por fortuna este año par hay dobles representaciones, es decir, en otoño hay otra oportunidad para asistir a este Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.