El murmullo de la gente, jovial por las calles, contrastaba anoche con aquellos que salen con las velas para acompañar a la patrona en su vigilia y que apenas hablan. La Roà es la noche de convivencia entre jóvenes y mayores, muchos familiares que se saludan con objetivos muy dispares para este día. El Ayuntamiento había autorizado ampliar horarios a más de un centenar de establecimientos para vivir esta larga noche en la cual es casi imposible encontrar mesa y la gente, a medida que avanzan las horas, se hace más impaciente buscando un chocolate con churros. Los más fieles acuden a visitar a la patrona al Cadafal del Misteri, en la basílica de Santa María, donde nunca estará sola. La serenata a la Virgen de la Asunción marca el inicio. Anoche estaba previsto que actuaran Habaneras de San Agatángelo, el Centro Aragonés, el Coro Blac i Negre o la Coral Illice Augusta.

Al principio, son familias enteras, con niños muchos dormidos en el cochecito, los que realizan esta vigilia, pero también personas mayores, muchas de las cuales se marcharán más tarde que nunca a dormir, como sus nietos, pero estos por otro motivo. En eso coincidirán esta noche en las calles, en un ritual que para unos es respeto, tradición y reflexión y para otros ocio sin fin. Las velas permiten identificar a los fieles, van por el centro de la calzada, hablando animosamente, otros prácticamente en fila por las aceras, callados, muchos tienen promesas, otros son simplemente devotos. También las fotos con los móviles se suceden cuando llegan junto a la imagen más querida por los ilicitanos que esta tarde, en el Misteri, pondrá el punto final a las fiestas con la Coronación entre las voces de los cantores. Es el recuerdo que se llevan a casa, rememorando un rito que muchos han repetido desde que eran niños.

Los jóvenes, en cambio, disfrutan de la noche más larga. Para muchos es la primera que les dejan salir sus padres hasta la madrugada porque, «¿qué puede pasar cuando toda la ciudad está a rebosar, papá?». La música apenas deja dormir a los vecinos, compitiendo en potencia y volumen. La Policía Local, como es habitual tuvo un papel importante y a medida que las horas pasaban, lo fue más para evitar los incidentes y altercados. La Plaza de Jaime I volvió a ser lugar de encuentro del botellón, que es más importante sin duda que la música para muchos ellos. Pero quien quiso indie o pop tuvo sitio en las barracas. En cualquier caso, allí donde se acudiera no cabía un alma. Así es esta noche.

Al cierre de esta edición, la Roà transcurría con la mayor normalidad. Restaurantes y bares, que no cierran, tienen público hasta que las luces del alba anuncian que la noche se ha terminado. Entonces, otros abren para que uno siempre encuentre algo que tomar antes de marcharse a la cama. Hoy será un día largo para todos.