Salieron 5.500 ilicitanos disfrazados ayer tarde a las calles para, primero, reírse de ellos mismos y, después, que hicieran lo propio los miles de espectadores que cada año acuden a presenciar un desfile para el cual nunca se agotan los adjetivos. La Charanga es una fiesta de música, diversión, disfraces y, en muchos casos, refrescos y/o alcohol. Es difícil no escuchar algún éxito internacional «¡A ella le gusta la gasolina...!» y, acto seguido, imposible el evitar tararear ese hit que inmortalizaron los Payasos de la Tele: «¡Había una vez,.... un circo!», mientras decenas de gargantas estallan en mitad del centro de la ciudad. El desfile es un bálsamo para la depresión, donde todos se siente protagonistas y los selfies se repiten por miles. A nadie que le pongan una cámara o un móvil por delante se resiste a una sonrisa y un posado. Festeros que desfilan hay de todos los tipos, desde aquellos que han ensayado una coreografía a los que improvisan a mitad del recorrido y, cuando ya está finalizando, les sale de maravilla. Algunos iban a cuatro patas otros coordinados, los que menos montados en carrozas. Gritos, algarabía,.... Y, cuando cruzaron hacia el centro de la ciudad, todo ello a menos de 100 metros de la basílica de Santa María donde el silencio era sepulcral para escuchar el Misteri.

Comisiones

Con el éxito asegurado un año más, la Gestora de Festejos Populares hace un tremendo esfuerzo organizativo porque no es fácil sacar a las calles a 5.500 personas perfectamente ordenadas por comisiones festeras, hasta 17. Cada una está formada por alrededor de 400 festeros que, ellos sí, y aunque sea por colores o por motivo de disfraz -y ahí hay de todo-, tienen la rara habilidad de unirse como si estuvieran atraídos por un imán, segundos antes del arranque.

El público no sólo ve cientos y cientos de disfraces de mejor o peor calidad, más o menos elaborados, con un diseño de rabiosa actualidad o de antaño, sino asuntos del día a día que se expresan en la calle por el populacho con cierta acidez porque reírse a veces de lo que pasa o de lo que nos pasa puede ser el mejor bálsamo para las preocupaciones. Ayer también se pudo disfrutar de los montaditos que se reparten, alrededor de 7.500 o recibir alguna golosina o regalo, no en vano se repartieron entre 15.000 y 20.000 kilos para hacer más dulce, si aún se puede, esta noche calurosa en medio de las fiestas.

La Gestora también sacó a la calle hasta 36 carrozas para poder repartir tanto obsequio entre los agradecidos asistentes. Buena parte de las 5.600 sillas que se sacaron a la venta para el recorrido por la zona centro «volaron», especialmente en la Plaza de Baix y Reina Victoria.

El desfile no sólo fue el más participativo de todos cuantos se celebran en las Fiestas de agosto, también es el más largo pues comenzó a las 20.30 horas y concluyó cerca de la medianoche. Ayer, y por algo será, nadie tenía prisa de disfrutar de ese placer que es reírse de uno mismo o de los que te rodean.