El Palacio de Altamira se remontó ayer a la época del Rey Jaime I. Las fiestas de Moros y Cristianos lo trasladaron a un tiempo remoto en el que los dos bandos se disputaban el control de las tierras ilicitanas. Una historia que se recreó con la participación de los festeros que año tras año tratan de mejorar una representación que se desarrolla en un marco incomparable.

Los festeros trasladaron al público al siglo XIII, cuando la fortaleza estaba en manos del bando de la cruz. Alrededor del castillo se recreó un poblado cristiano, en el que resultó determinante la participación de niños y mujeres. Los festeros recrearon el día a día en el mercado y la taberna, que se ubicó sobre la fuente de Traspalacio, a poco metros del castillo.

El director de las embajadas, José Manuel Medina, destacó la importancia de «implicar a los más jóvenes en la representación, para que sean ellos los que sigan nuestros pasos en la fiesta». El festero apuntó que «queremos que se sientan protagonistas desde pequeños».

Con el público atento, comenzó a desarrollarse la primera de las dos partes de la representación, la Embajada del Moro. Las tropas moras fueron las que se acercaron hasta el Palacio de Altamira, en manos de los cristianos. Ahí, siguiendo los textos elaborados en la década de los ochenta, el embajador moro pidió la presencia del alcaide, que acudió a su llamada, fuera del castillo, con la compañía del embajador cristiano.

El bando moro pidió al cristiano su rendición, con el fin de permitir que éstos se hiciesen con el control del castillo. Una petición que se trasladó a través de un documento que recogió la propuesta del bando de la media luna.

Las pretensiones del bando moro no fueron bien recibidas por los cristianos, que rompieron el pergamino con gesto de enfado, rechazando, entre mucha tensión, la propuesta para su rendición.

Esta reacción dio lugar a la lucha. Una batalla entre moros y cristianos que ayer se recreó con el disparo de arcabuces al otro lado de la muralla, y con los efectos especiales de bombas y fuego en las almenas, haciendo uso de fuegos artificiales, para recrear un incendio en el castillo, fruto de asedio de los moros.

La primera parte de las embajadas acabó con la victoria del bando moro, que tras la batalla se hizo con el control del Palacio de Altamira.

La segunda de las embajadas, la Embajada Cristiana, arrancó, tras el descanso, con un ambiente totalmente diferente. El poblado cristiano se transformó en uno moro, como el castillo tras la toma con la que finalizó la primera parte de la recreación histórica.

En esta parte de la historia cobró más protagonismo el diálogo entre los embajadores de ambos bandos, con el propósito cristiano de recuperar la fortaleza.

Desenlace

Al final se logró el objetivo cristiano, y los moros aceptaron ceder el control a las tropas del Rey Jaime I, que también hizo acto de presencia en la escena. El cargo de Rey Jaime I recayó en el festero Juan Luis Ros, al que la Asociación Festera de Moros y Cristianos de Elche ha querido rendir homenaje por su intensa trayectoria en la fiesta.

Así, poco a poco, la historia de la reconquista fue avanzando, y llegó al final cuando la Señera volvió a ocupar su lugar en el castillo a la vez que se procedía al disparo de un castillo de fuegos artificiales.