En pleno verano y con Arenales del Sol hasta arriba, la especie de «selva» que se extiende por el final del paseo más concurrido del enclave costero ha empezado a levantar polémica. La crecida vegetación que separa el litoral del terreno urbanizado, en la avenida de San Bartolomé de Tirajana, ha desatado las quejas de vecinos y comerciantes que cada noche ponen a la venta todo tipo de productos artesanales en las casetas a pie de playa.

«Nos encontramos con mosquitos, cucarachas y ratas», señalan residentes de Arenales. Tanto es así que hasta el Ayuntamiento han llegado ya varios escritos para reclamar una limpieza de las cañas, parte de ellos del pedáneo, Alejandro García, quien asegura en este espacio se están acumulando todo tipo de basuras que afean el paseo, además de malos olores y plagas. Algo que, según el representante vecinal, ha generado malestar entre los residentes y los turistas de Arenales.

Sin embargo, el inconveniente es que estos terrenos se encuentran dentro del deslinde de Costas, además de ser una parcela privada y forestal, según el concejal de Medio Ambiente, Antonio García, por lo que el Ayuntamiento carece de competencias en este ámbito para limpiar o podar la vegetación. Es la respuesta que da el equipo de gobierno a los vecinos, quienes no entienden por qué hace dos años sí que se procedió a adecentar la zona y se cortaron todas las cañas. Ante ello, desde el Ayuntamiento aseguraron que en aquella ocasión tuvieron que pedir permiso a otras administraciones para intervenir, y que, por el momento, no está entre sus planes acabar con esta zona verde.

No obstante, lo que sí que reconoce haber hecho ya el Ejecutivo local es enviar a Sanidad para atender las quejas por los mosquitos detectados entre las plantas.

Sea como sea, el crecimiento de esta especie frente al mar también se ha encontrado con vecinos partidarios de que se mantenga la vegetación, porque durante el día da sombra al paseo y porque, de algún modo, contrasta con el ladrillo, que cada vez más se extiende por este enclave. Y es que, el «boom» de la construcción continúa imparable en este espacio costero, donde la población se multiplica en verano, y como consecuencia, también las reivindicaciones.