«Esto no se puede resistir». La que habla es Ángeles Rodríguez, que desde hace más de dos semanas se encuentra literalmente atrapada en su propia vivienda. Es rehén en su hogar porque los dos ascensores de su edificio están fuera de servicio. La cuestión podría pasar inadvertida si no fuera por dos detalles: ella tiene 84 años y vive en la planta número 15, la última.

Su edificio está en unos de los puntos más elevados de Arenales y, a la vez, es el de más altura. Se edificó hace 50 años, antes de que las normas urbanísticas impidieran construcciones de esta envergadura. Y aquí vive ella todo el año, desde hace más de un cuarto de siglo. «Soy viuda desde hace cuatro años. Yo soy de Madrid, pero mi marido era representante en esta zona y nos vinimos aquí», señala esta vecina que disfruta sin duda de una de las mejores vistas de la zona.

Sin embargo, a ella le gusta pisar tierra. «Yo salía, no todos los días, pero bajaba e íbamos a la compra las dos (refiriéndose a la amiga que vive con ella). Yo más despacito, pero camino, aunque no pueda bajar ni subir escaleras», explica Ángeles, con una prótesis en cada pierna, y quien considera inexplicable esta situación en su edificio.

Hace tres meses se rompió uno de los dos ascensores. Hace 17 días, el otro. Ángeles está en su casa desde hace más de 15 días gracias a que cuatro bomberos la subieron a pulso hasta el último piso. Otros vecinos, en vista del panorama, decidieron regresar a sus viviendas en Elche. Algunos, han perdido alquileres previamente comprometidos para este verano.

«Estoy atrapada totalmente. Yo soy la más perjudicada, pero creo que en la misma situación está una mujer en el piso 14, que no puede andar, y otra señora en la sexta planta que está enferma o muy delicada», cuenta Ángeles desde su casa, la cual comparte afortunadamente con una mascota y una amiga que es la que se encarga de ir a comprar para los tres.

El trasfondo de este problema es el conflicto vecinal instalado en el edificio. Hay dos presidentes y dos administradores que representan a dos bandos y que, en líneas generales, no se entienden desde hace aproximadamente cuatro años, una situación que cada vez va a peor. Tanto que ha llegado a sede judicial.

Mientras tanto, la parálisis va consumiendo a esta comunidad, afectada también por morosos y problemas económicos, todo ello en un edificio con cinco décadas de vida y un mantenimiento que precisa ya de continuas derramas. Unos se acusan a otros de ésta y otras situaciones.

El portero, encargado de la limpieza, entre otras tareas, conoce de primera mano los problemas de la comunidad y también lo padece en primera persona, casi tanto como todos los vecinos que para ir y venir de la playa o de la compra tienen que coger escaleras para arriba y para abajo. Peor lo tiene la madre o el padres con el carrito del bebé y el que se quede sin bombona de butano.

«Esta situación es demencial», refiere Ángeles Rodríguez, de las más afectadas en esta guerra abierta entre propietarios en un inmueble con 60 viviendas que posiblemente este fin de semana pueda recuperar uno de sus ascensores.