Comprar una lata de aluminio en cualquier supermercado por unos 2,5 euros y destinar otro par de euros a adquirir un conector. Con menos de cinco euros, algunos conocimientos y un poco de maña, eso sí, se puede construir una antena casera. Así lo ha demostrado el subdirector del grado en Ingeniería de Tecnologías de Telecomunicación de la Universidad Miguel Hernández (UMH), Ernesto Ávila. El profesor ha impartido un taller en el que sus alumnos han podido montar en menos de dos horas sus propias antenas, que tienen como principal uso convertirse en receptores de wifi, aunque también se pueden destinar para otras tareas: desde realizar el seguimiento de satélites a ejercer como radares, pasando por su posible aportación a la humedad del suelo de regadíos.

Los botes de patatas o de refrescos pueden servir para montar estas antenas aunque, en el caso de los receptores de wifi, las mejores latas son las típicas que contienen leche condensada, por sus mayores dimensiones. Las de patatas o refrescos, al ser más pequeñas, tienen limitaciones para encontrar frecuencias. «Hay gente que incorpora estos artilugios a las parabólicas que tienen en sus casas. Nosotros lo que hemos hecho es mostrar a los alumnos conceptos que en la teoría parecen difíciles y que siempre se piensa que pertenecen a las grandes empresas», explica el profesor Ávila.

Estas antenas, que se pueden fabricar en casa perfectamente, emulan a las que son mucho más caras, aunque no puedan llegar a ofrecer las mismas prestaciones, como es lógico. Las latas de supermercado se equiparan en este contextos con antenas que pueden costar cerca de 10.000 euros. «Lo más complejo de introducir son las ecuaciones, aunque en internet hay mucha información que puede resultar útil. Nosotros nos centramos en calcular distancias y dimensiones para ver el funcionamiento y luego pasamos al montaje», añade uno de los estudiantes de Telecomunicaciones que ha participado en este proyecto, Francisco Javier García. «Hay que hacer un agujero en el bote y soldar el receptor. No es complicado y te puedes comunicar a gran distancia», añade el joven.

Para conseguir las antenas que reciben la señal de wifi, los profesores y alumnos de la UMH han tenido que adaptarlas a la frecuencia de 2.4 gigahercios. El tubo de las latas emula a las parabólicas y su tamaño debe ser óptimo para que el funcionamiento sea el correcto. Por este motivo, los botes de leche condensada son los que mejor se ajustan, ya que se pueden encontrar en supermercados con una altura de 15 centímetros y un diámetro que oscila entre los 8,5 y los 9,2 centímetros.

Una vez vaciado el bote, y siguiendo las instrucciones de Ávila, los alumnos de la UMH han sido capaces de conseguir sus antenas en menos de dos horas, unos artilugios que, por ejemplo, pueden contribuir a aumentar los puntos de acceso al wifi en un domicilio y facilitar que la cobertura llegue a los rincones de las casas donde cuesta más.

Lo más extraño de este proceso fue el modo en el que los estudiantes se hicieron con las latas, como cuenta García: «Fuimos al supermercado con un metro para medir los botes y el vigilante nos miraba raro. Lo mejor es que mi madre aprovechó la leche condensada y nos hizo bizcochos con la Thermomix».