La sombra de la economía sumergida siempre ha estado sobre la industria del calzado. María (nombre ficticio de una trabajadora del sector) explica que «he dedicado toda mi vida al aparados, más de treinta años, y a día de hoy sólo tengo diez años cotizados a la Seguridad Social. El resto he tenido que trabajar sin un contrato, y cobrando poco».
Esta mujer explica que «se trata de una práctica habitual en el sector. Conozco a muchas mujeres que han pasado por la misma situación que yo. En este trabajo la que ha tenido siempre un contrato, y ha estado dada de alta, es una privilegiada».
Con casi 60 años, María confiesa que «he llegado a trabajar en casa, con una máquina propia, y otros años he estado en talleres, pero la situación es la misma. En un sitio y en otro he tenido que trabajar mucho, y casi siempre sin contrato».