n Aunque cada año se diagnostiquen más casos de enfermedades profesionales la realidad dice que muchos de los afectados pasan una larga travesía hasta conseguir que se reconozca que el problema de salud que padecen se debe a su actividad laboral.

Es el caso de Ioana Oanca, una trabajadora del sector agrícola que tiene reconocidas en la actualidad varias enfermedades profesionales, como tendinitis en la mano derecho y epicondilitis en los dos brazos. Ioana Oanca lleva diez años trabajando en una empresa de manipulación de verduras y hortalizas, y los primeros problemas le llegaron a los cinco años. «Trabajo en la sección de preparado, y actualmente tengo las manos hechas polvo», confiesa esta mujer que hace cinco años tuvo que ser intervenida quirúrgicamente para paliar parte de su enfermedad profesional.

«Así me he plantado con sesenta años, y los médicos me decían que lo que tenía que hacer era cambiar de trabajo», confiesa Ioana, que reconoce que «en la mutua ponían muchas pegas para reconocer que lo que yo tengo es una enfermedad profesional. Al final, conseguí la baja por determinación de contingencia, a través del médico de cabecera».

Otro caso de enfermedad profesional, esta vez vinculado al sector de la limpieza, es el de María José Ojeda, que padece una tendinitis en el hombro derecho. María José Ojeda explica que «llevo treinta años trabajando, y hace dos que me reconocieron la enfermedad, que tengo por el esfuerzo que realizamos para limpiar cristales».

Esta trabajadora asegura que «la mutua decía que lo que tenía era una enfermedad común, y al final tuvo que ser una reumatóloga la que solicitó una prueba con la que me pudo diagnosticar la enfermedad profesional». María José Ojeda continua en su mismo puesto de trabajo, pero con menos horas de la jornada completa al ser representante sindical. «Si tuviese que estar toda la jornada en el puesto de limpieza no podría trabajar por el dolor», asegura esta mujer.