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Vicente Verdú: «Las novelas que se escriben ahora son convencionales y la pintura ha llegado a su límite»

En el poemario que acaba de publicar, bajo el nombre de La muerte, el amor y la menta, Vicente Verdú (Elche, 1942) ofrece su particular diagnóstico sobre el final de la vida y sobre los surcos en la memoria que han ido dejando diferentes relaciones afectivas

El escritor ilicitano Vicente Verdú.

Tras una vida dedicada al periodismo, Vicente Verdú emplea ahora su tiempo en dos de sus pasiones, la pintura y la poesía, hasta el punto de que acaba de publicar su segundo poemario, La muerte, el amor y la menta, que llega 46 años después de la aparición del primero, Si usted no hace regalos le asesinarán. La escritura sigue siendo el motor de su vida, y en ella se apoya para reflexionar sobre lo que le queda por vivir y sobre todo lo que ha dejado atrás. El ilicitano asegura que hace ya un par de décadas que se liberó de las cargas profesionales y ahora no se anda con rodeos para expresar sus sentimientos.

La muerte, el amor y la menta. Los dos primeros conceptos de su poemario están claros, no tanto el tercero?La muerte, el amor y la menta

El libro responde al título. Lo de la menta hay que explicarlo más. Cuando estás en el tramo final de la vida, reflexionas y haces compendio del pasado. Queda la esperanza de que el porvenir sea lo más feliz y amplio posible. Las referencias del amor son las del mismo binomio de siempre, de Eros y Tánatos, como un fulgor de felicidad y, a su vez, a momentos que no han sido tan felices por las exigencias del amor. Esos instantes han provocado sensaciones de fracaso, tristeza y desolación. La menta es una especie de amuleto que me ha perseguido toda la vida. Su perfume, sus caramelos, la morfología de la planta, el aroma? Me ha provocado siempre felicidad.

En la presentación del libro dijo que ya podía «morir en paz», ¿por qué?

Morir en paz es algo muy difícil. Lo que más se parece a ese concepto es que me siento liberado de los compromisos que me ha acarreado el desarrollo profesional, de querer ser más perfecto, pretender gustar? Después te fijas poco en eso y tienes la libertad de disfrutar escribiendo. Hay mucha gente que se mortifica en su profesión tratando de mejorar su ejercicio. Llega un momento en el que puedes decir lo que quieras. Cuando alcanzas ese punto, que en mi caso sería hace unos 20 años, empiezas a disfrutar de la escritura.

¿Le importa la crítica?

Sería necio decir que no me importa la crítica en estos momentos. Sientes un afecto por la persona que entiende lo que has escrito y un pesar por los que hacen comentarios que te parecen desajustados. Me siento con más libertad para hacer las cosas y no pienso en la autoreflexión. La crítica al final es un ejercicio de amor o desamor, y nadie puede sentirse invulnerable a ello.

¿En qué aspectos encuentra la motivación para seguir escribiendo en esta etapa de su vida?

En el placer de hacerlo. Hace 20 años descubrí la pintura de manera intensa, sólo había pintando antes de forma esporádica. Me produjo mucha satisfacción desarrollar técnicas y conocer procedimientos e informarme sobre la pintura y los autores. En el hecho de escribir, la motivación es el placer de hacerlo. Nunca he estado seguro de que las ideas que he concebido merezcan permanecer. Disfruto con las que son más descabelladas, el error es una fuente de inspiración muy grande. Las ideas extremas traspasan la realidad hacia un mundo que no imaginas.

Hablaba de la pintura, ¿qué más puede contar sobre este descubrimiento?

Siempre he tenido más de una vocación. La más fuerte ha sido escribir, pero también me hubiera gustado ser pintor y arquitecto. En Elche había un pintor, José Cañizares, famoso internacionalmente. Su padre tenía un taller al que yo acudí a aprender dibujo y los principios cromáticos. Él pintaba carros y disfruté mucho con todo ese mundo de los colores y las mezclas. Primero intenté aprender a pintar y dibujar en Elche, cuando era un chaval de diez años. Dibujaba notablemente bien. Cuando hice el Bachillerato en Paterna, tenía el propósito de entrar en Arquitectura y di clases de dibujo con el escultor Amadeo Gabino, cuyo hijo se convirtió en un artista internacional. Las artes plásticas no me han sido ajenas nunca.

¿Qué ha supuesto el periodismo para usted?

Como era un estudiante brillante, tuve ofertas para ser agente de cambio y bolsa. Gané una beca en París y pensé que eso sería una traición y una desgracia para mí. Me dije que me ganaría el pan con la escritura. Por entonces, me dedicaba a escribir poesía y sabía que no ganaría suficiente con más versos. Me decidí entonces a hacer periodismo. Fue una elección acertadísima en mi vida, porque no hay una profesión más bonita, interesante y divertida que el periodismo. He vivido, en las redacciones y los viajes, experiencias que jamás habría conseguido.

¿Y cómo ve en la actualidad el periodismo que se hace?

Lo fácil sería decir que no se hace un periodismo tan serio como el de antes, cuando todo parecía más trascendente. Ahora las cosas son más livianas en todos los aspectos. Hay más medios y han aparecido las verdades falsas con las redes. Se ha perdido peso específico en las informaciones. El periodismo va en paralelo a la sociedad, están entrelazados y sería injusto decir que lo uno va mal y lo otro bien.

Dice que periodismo y sociedad están entrelazados, ¿cuál es su visión de la sociedad española en estos momentos?

Creo que el conflicto en Cataluña ha envenenado el ánimo del país. Se nos ha metido un gusano que nos entristece a todos. Por otra parte, tenemos muchos motivos para sentirnos orgullosos. Elche, en concreto, cuenta con muchos innovadores y emprendedores. Cuando he estado cerca de ellos, me han asombrado. España se ha convertido en una potencia mundial y cuenta con un movimiento muy vivaz en el avance de la investigación, aunque no tengan los medios que serían deseables para ello.

¿Se han perdido libertades en la creación artística?

Vivimos inmersos en una época en la que las artes no están inventado nada, no existen las vanguardias del pasado en la literatura o en la pintura experimental. No hay escuelas rompedoras con el arte. Esto sí que ocurre, en cambio, en la ciencia y en la tecnología. Están introduciendo muchos cambios mientras lo demás permanece parado. Las novelas que se escriben son convencionales, la pintura ha llegado a su límite y algunas otras cuestiones no parecen arte. Hay un paradigma nuevo que no sabemos ni cómo se llama ni tiene enlace con la época anterior. En cambio, la ciencia y la tecnología están cosechando muchos éxitos en la investigación médica, del espacio y de internet.

¿Sorprende tanto interés por la ciencia y la tecnología en un escritor y poeta?

Es que son la vanguardia de la innovación y las que más sorpresas nos dan. Es fácil asociar ciencia y poesía. Cualquier asunto relacionado con el Universo está cargado de elementos poéticos.

Ha citado un par de veces a Elche, ¿cuál es su relación actual con la ciudad?

He sido muy de Elche. He sentido con orgullo algunas cosas y con decepción otras. Urbanísticamente, la ciudad es fea. En cambio, está abrazada por un bosque de palmeras que se ha introducido en su núcleo. Eso ofrece una visión casi milagrosa cuando te acercas desde Madrid. Es algo asombroso y prácticamente único, que no se reproduce en casi ningún lugar. Arquitectónicamente no se han hecho grandes cosas, pero el desarrollo natural del Palmeral hace que sea una tierra bonita e inolvidable.

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