«Después de matar a mi mujer me senté en el sofá con una cerveza y un porro». Con esa frialdad, confesaba ayer el hombre acusado de asesinar a su esposa con una mancuerna en Orihuela, en la madrugada del 1 al 2 de agosto de 2014. Hasta 11 golpes con este objeto propinó a la víctima, antes de violarla, y mientras dormía, según recoge el escrito de acusación tanto de la Fiscalía como de la acusación particular. Dos delitos, el de asesinato con alevosía y el de agresión sexual, para los que el Ministerio Público pide hasta 28 años y cuatro meses de prisión. La familia pide elevar la pena hasta los 37 años, al rechazar, como sí recoge el Ministerio Público, que el acusado tuviera mermada sus capacidades fruto de un trastorno de personalidad por el consumo de estupefacientes. La confesión tardó en llegar, en la medida en que la primera sesión del juicio contra el acusado, que se celebró ayer en la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Alicante, con sede en Elche, arrancó con lentitud, en parte por la actitud del acusado, que mostró desde el inicio una actitud prepotente y desafiante. De hecho, antes de que se el diera la palabra, la magistrada de la Audiencia tuvo que echarlo de la sala, ante sus continuas interrupciones durante la lectura de los escritos de acusación de las diferentes partes personadas en el proceso, que se juzga con jurado popular.

La dureza del relato estuvo agravada por la frialdad del detenido a la hora de contar lo sucedido. Pese a que alegó enajenación metal en el momento de cometer el crimen, y dijo que le llevó meses recordar lo sucedido, sí aseguró que recordaba a la perfección que no hubo violación, tal y como sostiene el Ministerio Fiscal y la acusación particular. Todo y pese a que la autopsia desveló que existían varios desgarros, fruto del propio objeto con el que la mató. El fiscal sostiene que quitó las pesas de uno de los extremos para usarlo como martillo, pero también para consumar la agresión sexual.

La defensa pidió ayer que se le eximiera de cualquier responsabilidad penal, aludiendo una enajenación mental como consecuencia del consumo de drogas, que le hizo «tener la mente en blanco durante 45 segundos, en los que pude haber hecho cualquier cosa», aseguró el acusado. Sin embargo, instantes después reconocía el crimen y, sin dejar esa actitud altiva con la sala, vino decir a voz a grito que «me arrepiento de haberla matado. Lo que yo hice no se hace, pero lo que ella me hizo a mí, tampoco». Y es que, durante la sesión, el acusado una y otra vez trató de culpabilizar del crimen a la propia víctima, incluso aferrándose a una supuesta infidelidad con un hermano del agresor, como si eso fuera motivo para matar a una mujer. «Se lo había advertido varias veces. Ella pensaba que iba a ir a por él. Yo no iba a dejar a mi hija sin madre, pero ese día, se me fue», dijo.

Tras asesinarla, presuntamente, cogió un taxi en la estación de Renfe de Orihuela, según dijo ayer, en dirección a Murcia, ciudad natal del acusado. Antes de salir de casa, se lavó las manos, ensangrentadas, y cogió 2.400 euros. Esa misma noche, alquiló una pensión y fue con otra mujer a mantener relaciones sexuales. Y en la capital murciana permaneció hasta que una llamada de su hermana para que recogiera a su hija -la pareja había dejado a la menor con su tía ese fin de semana- le hizo confesar el crimen a su cuñado: «He hecho lo que tenía que haber hecho hace un año», le dijo.

Tras la confesión, la Policía encontró el cuerpo sin vida de la mujer en su domicilio, en la cama donde le propinó los golpes, dos días después del crimen. Fue entonces cuando se inició el dispositivo policial que acabó con su detención el 7 de agosto. Desde entonces, permanece en prisión, hasta que el jurado popular dictamine si es culpable o inocente. Durante el resto de la semana se sucederán las diferentes sesiones del juicio. Hoy declararán la madre de la víctima, Maruja Cuenca, conocida como la «abuela coraje», y dos familiares, además de los agentes de la Policía Local que encontraron el cuerpo, y la Policía Nacional, así como el taxista que llevó al acusado a Murcia y la responsable de la pensión donde se hospedó.