Hace ya tiempo que dejó de oirse en los parques la música urbana que daba sentido a bailes impulsados desde el corazón. El breakdance, englobado en el movimiento Hip Hop, ha vuelto a resurgir en la ciudad y esta vez atrayendo a los más pequeños, después de una generación ajena a esta disciplina.

Actualmente, la ciudad cuenta con cuatro escuelas de baile que incorporan esta danza urbana, aunque en los últimos cinco años han ido asentándose los pilares para la formación de niños, alrededor de cuarenta en la actualidad. «Son la esperanza que le queda al Breaking, si no hay relevo se agotará» asiente Flex Nando, profesor que lleva quince años bailando. Los amantes de este arte notan que los tiempos han producido una migración de las calles a las escuelas para los nuevos «b-boys y b-girls» , término que hace referencia a los bailarines.

Aún así, esta sigue sin ser una danza profesionalizada. «Puedes estudiar en el conservatorio una pedagogía aplicada a la danza contemporánea, pero el drama es que todo tiene un toque conservador y el breakdance es muy de calle, nada académico y está aún por escribir» explica Alex Mure, otro joven que lleva casi dos décadas bailando y también formando a niños en esta disciplina, en la que están presentes los valores de respeto e igualdad donde sólo hay que «dejarse llevar por la música», comenta Abel «Turbo», uno de los alumnos.

«El hip hop se creó en la calle con un sentimiento y unas emociones, es creativo y crítico, no puede convertirse en un deporte, y ningún juez puede evaluar tus pasos» señala Ángela Medina, una de las últimas generaciones de «b-girls» que critica la desvirtuación que se está haciendo de esta danza urbana, que nació en EE.UU. como reclamo social y que hoy intentan asociarla a las prácticas deportivas. Sin embargo, desde 2016 el Hip Hop está incluido en la Federación Española de baile deportivo, pero «ni puede ser un deporte ni debería estar federado en esa categoría, porque no se puede juzgar una danza nueva que no tiene ninguna regularización técnica» apunta Sveta Karmaz, juez nacional e internacional de baile deportivo y presidenta del club Dancing Elx.

Los bailarines inciden en «seguir el legado» de este movimiento social, que aterrizó en Elche a finales de los ochenta y que fue invisibilizado por los cambios naturales de la sociedad. A la entrada del nuevo siglo surgieron nuevos grupos o «crew», de los que sólo una mínima parte han emprendido y realizan espectáculos o enseñan esta cultura a niños y adolescentes, para que canalicen sus sentimientos a través del baile encima de un escenario, como ya ocurrió a finales de 2016 cuando empezaron a competir, unas citas que continuarán este año, como el próximo 28 de abril con el certamen Masterbreak junior en La Llotja. Los más veteranos sienten además la obligación de poner en antecedentes a los más pequeños, situarlos en una realidad que ya no existe y que nadie sabe si se repetirá sobre los inicios, cuando la plaza de l'Algeps o el «Parque Blanco», en relación a la Plaza de la Merced, era el centro de reuniones de estos bailarines que dejaron la huella de su arte en suelo ilicitano.