El proceso para obtener el aceite de la oliva es largo y minucioso. Arranca cuando se deposita el producto en una tolva, para después pasarlo por una cinta en la que se elimina los restos de hojas o piedras que pueda traer del campo.

Una vez se ha pesado la oliva, se calcula el rendimiento, que suele estar entre un 14% y un 17%, para después lavarla y devolverla a una tolva. A continuación, se machaca la oliva y se elabora una masa, que llega a una maquinaria en la que se procede a la separación de las partes. La oliva contiene aceite, el hueso, pulpa y agua vegetal. Una vez se han separado las partes, en una maquinaria de última tecnología, es cuando se extrae el aceite que se deposita en una bodega. Antes también se reduce su nivel de humedad.

Es en la bodega donde se deja reposar, se prueba y se separa en función de su calidad, para, finalmente, envasarlo.