Elche asistió ayer por la tarde a uno de sus dos días grandes en cuanto al Misteri se refiere. Con las puertas abiertas de par en par, con acceso libre, y con gran ilusión de ver la mejor versión de los escolanos, los cantores, así como con el deseo de reencontrarse con la Patrona, cientos y cientos de ilicitanos se acercaron hasta la basílica de Santa María para disfrutar de la primera parte de una escenificación única en el mundo.

Con la presencia de los obispos de Orihuela-Alicante y de Menorca, Jesús Murgui y Francisco Conesa, respectivamente, del conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, y de las Reinas de las Fiestas, entre otros invitados en las tribunas del Patronato y del Misteri, la de ayer, La Vespra, fue una representación de recogimiento, donde el calor no fue excesivo, parte del público permaneció de pie en las puertas principales y laterales (como es habitual este día, ya que no caben todos en el interior), y los ilicitanos mostraron, una vez más, un gran respeto por una escenificación donde se representaron las últimas horas de la vida de la Virgen.

El público se asomaba desde la calle para sorprenderse de lo que acontecía en el interior de la basílica, donde los escolanos mostraron una gran serenidad, el San Juan brilló, la Capella estuvo a una gran altura y los aparatos aéreos se evidenciaron esplendorosos.

La Vespra, la primera parte del Misteri d'Elx, se inicia con una procesión de la Virgen María y su cortejo desde la ermita de San Sebastián hasta Santa María. Tras acceder al templo, la María Mayor, mirando al altar, entona un canto en el que pide a María Jacobé y a María Salomé que no la abandonen. El cortejo responde con entrega. La María Mayor, en su avance por el Andador, muestra su deseo de reunirse con su Hijo, y en su camino revive la Pasión de Cristo.

El cortejo llega al Cadafal. La Virgen, de rodillas en su lecho, vuelve a expresar su anhelo de estar junto a su hijo y al poco aparece del Cielo la Mangrana del Misteri que, al abrirse ésta, el Ángel en su interior anuncia a María su pronta Asunción después de se precipite una primera lluvia de oropel.

Al descender hasta el Cadafal, el Ángel le hace entrega de la palma que le acompañaba (en esta ocasión mucho más adornada que en las tres representaciones anteriores, como marca la tradición, y cuyo lazo azul se le quedó enganchado en parte en la corona de la destinataria), a lo que la Virgen le formula una última petición: que los apóstoles se reúnan con Ella y que la entierren.

La Mangrana, uno de los principales símbolos del Misteri, regresa al Cielo y tras desaparecer arriba, abajo, San Juan, encarnado ayer por Juan José Hernández (de una forma pura y que fuel que retiró el lazo azul de la corona, una simple anécdota), entra en escena de manera totalmente inesperada para el público. La Virgen le pone al corriente de lo que está sucediendo y le entrega la palma dorada del Ángel. San Juan, afligido, canta para reclamar la presencia del resto del Apostolado.

San Pedro, encarnado en este ciclo asuncionista por el reverendo Fernando Brotons, es el siguiente en aparecer, seguido de otros seis apóstoles. Seguidamente se sucede el bello Ternari, donde los tres penúltimos apóstoles, aún en el Andador, celebran su coincidencia con un canto para, luego, sumarse en el Cadafal a las voces en una salve a la Virgen. María, que ve próximo su fallecimiento, les solicita que la entierren llegado el momento. Al finalizar su canto, cae muerta en el túmulo, a lo que los apóstoles la rodean para ayudarla, aunque en realidad ocultan a la vista de los asistentes que se ha abierto una trampilla en el suelo del Cadafal para sacar al niño que hace de María y aupar en su lugar la Imagen de la Patrona, que aparece con el rostro cubierto por una mascarilla con los ojos cerrados. Sobre ella, además, aparece una figura idéntica pequeña: su alma.

De rodillas, el Apostolado entona un cántico fúnebre con las velas encendidas, para, a continuación, de nuevo abrirse el Cielo con el fin de que descienda el segundo aparato aéreo, el Araceli. El coro angélico canta la Asunción de la Virgen a los cielos.

Al llegar al Cadafal, y antes de ascender, se le hace entrega al ocupante central del Araceli el Alma de la Virgen, con la que desaparecerá en el cenit tras las puertas del Cielo.

La salida de todos los cantores con San Juan depositando la palma dorada sobre el cuerpo de la Virgen marca el fin de la primera parte del Misteri, La Vespra, mientras los ilicitanos piensan ya en la segunda parte, La Festa, donde la Patrona será coronada.