«Espléndido». «A mí me ha emocionado». «He estado media representación con la boca abierta». «La lluvia de oro del final es preciosa». Éstos fueron algunos de los comentarios que se escuchaban entre el público al finalizar la cita imprescindible de ayer por la tarde en la basílica de Santa María, una escenificación prácticamente redonda por la calidad de las voces, la majestuosidad de la escenografía y el ambiente generado en el templo, que se engrandeció aún más con la lluvia de oropel, el potente órgano y la sucesión de aplausos.

El ensayo general (el último antes de que hoy, con La Vespra, y mañana, con La Festa, se sucedan los días más grandes del Misteri d'Elx) certificó cómo el lienzo que se reproduce en la basílica de Santa María es de un arte superior, casi divino.

Independientemente de pequeños detalles aislados, imprevistos que no se pueden controlar, es el conjunto lo que cuenta en unas escenificaciones donde los cantores, los escolanos, el órgano y los aparatos aéreos tienen un protagonismo principal, pero que sin la ayuda invisible de los tramoyistas, los consuetas, las camareras de la Virgen, los patronos y también de los que atienden al público a la entrada y en los asientos no podrían salir adelante, y además cada vez mejor año tras año.

A diferencia de las dos representaciones extraordinarias, donde el rector de la basílica en funciones, Miguel Ángel Marcos, dio la bienvenida a los presentes desde el Cadafal, ayer lo hizo el el vicario episcopal de la comarca del Baix Vinalopó, José Antonio Valero, quien dijo de La Festa que es «una gran catequesis mariana que hemos recibido de nuestros antepasados».

Con la luz de la tarde colándose por las ventanas, la representación contó con más público, subió un grado más de calidad en general, y los aplausos se sucedieron en cuanto se abría el Cielo y aparecían o desaparecían los distintos aparatos aéreos.

La María Mayor efectuó un trabajo brillante. Todos los escolanos en general mostraron una madurez asombrosa, desde su salida desde la ermita de San Juan hasta su desafío a las alturas desde 25 metros de altura, en lo alto del templo.

Con mucho menos calor que otros años, la representación se fue sucediendo con pasajes que no se habían reproducido en las dos representaciones extraordinarias, sobre todo en el inicio de la segunda parte.

El San Juan de Antonio Orts fue otro año más todo un portento de declamación cantada, mientras que los apóstoles y los judíos acenturaron su manierismo sobre el Cadafal con la Virgen postrada, todo ello ante el asombro de muchos de los presentes.

La rotación en distintos papeles fue ayer otra de las constantes, un modo de asegurarse que hay voces de sobra entre la Capella para afrontar con serenidad las distintas responsabilidades.

La iluminación, el respeto de la gran mayoría del público, los niños y mayores boquiabiertos, el oropel precipitándose desde lo alto o las notas del inmenso órgano nutrían una postal reservada a la ovación, que da una idea muy aproximada de lo que puede acontecer hoy y mañana y que invita a volver a revivir lo acontecido en Santa María.

Solo el lanzamiento de sonoros cohetes ceca de la basílica en momentos de relativa calma musical, o el paso de algún que otro vehículo ruidoso afearon unos segundos una representación donde el Misteri demostró su grandeza, su generosidad y su cercanía a todo tipo de públicos. Cada representación es distinta de la anterior, pero todas ellas guardan en su interior el regalo de emocionar desde y hasta lo más profundo del corazón.