«Me gusta mucho venir a este centro. Aquí tengo a mis amigos, no estoy sola y he descubierto que me gusta la calabaza». Es lo que relata una de las niñas que forma parte del campamento urbano de la fundación «Un abrazo de luz», que da acogida a pequeños cuyos padres no pueden atenderles en verano y en el que juegan, se relacionan y comen tres veces al día, de forma gratuita, en los casos de necesidad.

Un tobogán conecta el exterior de un edificio reformado a la entrada del Raval ilicitano con un mundo en el que un grupo de pequeños de Primaria aprenden, juegan, comen, crean y se sienten seguros cuando sus padres trabajan y no pueden atenderles en casa.

«He hecho hoy un atrapasueños, a mi padre le gustan mucho, lleva uno en el coche y cuando le lleve este que he hecho yo, se va a poner muy contento», relata otra de las pequeñas.

Este lugar donde una de sus lámparas tiene forma de una nube de ensueño gigante, busca dar seguridad y atención a un grupo de 40 niños y niñas ilicitanos, en su mayoría conocidos como «niños de la llave», es decir, pequeños que durante las vacaciones estivales se tendrían que quedar solos en casa ya que sus progenitores deben trabajar, no pueden pasar el día con ellos y no tienen otro recurso material o humano para que sus hijos estén acompañados.

Las responsables de que estos pequeños no se sientan vulnerables ni desatendidos, dentro de la fundación «Un abrazo de luz», son su directora y presidenta, María José Martínez y su coordinadora de proyectos, Belén Cañero. También cuentan con un equipo que incluye a un psicólogo, una logopeda, una coordinadora de servicios generales, una cocinera y una multitud de personas voluntarias que echan horas para cocinar para ellos, para enseñarles a bailar, e incluso para darles servicio de peluquería e higiene.

Este verano, los menores están participando en un campamento urbano en el que hacen actividades como bailes, talleres de manualidades, apoyo escolar, cuidado de un huerto urbano, biblioteca, teatro, deporte y salidas a la piscina y a la playa que acabará el próximo 28 de julio con una gran fiesta. Los padres de estos niños están invitados al evento para que vean de lo que son capaces sus hijos y para que se sientan que son buenos padres a pesar de no poder pasar todo el tiempo que querrían con ellos. «Sabemos que hacen todo lo que pueden por educarles y atenderles bien, pero, muchas veces, simplemente, no pueden porque tienen que trabajar y no queda otra opción. No queremos que se sientan culpables ante una situación que no pueden controlar», comenta la directora del proyecto, María José Martínez.

Uno de los puntos más llamativos de este centro que los niños sienten como suyo, es que desde que llegan, a las 9 de la mañana, hasta que se van, sobre las 16 horas, los pequeños hacen tres comidas, desayuno, comida y se llevan la merienda a casa. «Nos aseguramos de que hagan todas las comidas necesarias, sanas para su crecimiento y su rendimiento», asegura la coordinadora, Belén Cañestro.

En la cocina, abierta e integrada con el resto de la sala un grupo de cocineras se afanan en preparar platos deliciosos y totalmente caseros para alimentar a los pequeños y a los trabajadores. El olor a sopa de cocido, a albóndigas caseras y a pescado rebozado abre el apetito de todos quienes permanecen en las instalaciones a medida que se acerca la hora de comer. Una vajilla colorida, diferente y casera, alejada de las bandejas de raciones de comedores o campamentos, surte de alimentos caseros a todos los pequeños de la fundación a diario.

«Este campamento no solo está reservado para menores con carencias sociales, también está abierto a padres que prefieren que sus hijos pasen el tiempo de calidad aquí, a diferencia de los demás, ellos sí pagan porque se lo pueden permitir», explica la directora de la fundación.

La fundación «Un abrazo de Luz» no solo trabaja en verano si no que su labor se prolonga todo el año, aunque de forma adaptada al curso escolar. Durante la época lectiva, los pequeños reciben apoyo escolar para mejorar su rendimiento académico, reciben clases de informática y robótica, de inglés, trabajan con un huerto cocina y hacen más talleres.

«Buscamos la felicidad del niño, que se sientan seguros, protegidos, queridos y valorados. Queremos que se desprendan de las etiquetas que les cuelgan en el colegio o en la sociedad», afirma la presidenta.

Para septiembre quieren aumentar el número de asistentes a 60 niños. «Creemos que es un éxito, porque en 15 meses de existencia hemos conseguido pasar de atender a 11 niños a llegar a atender a decenas», comenta Cañestro. Además, comprarán los libros de texto que sean necesarios para sus usuarios.

La fundación se ha puesto el reto de conseguir abrir un nuevo espacio para adolescentes en Secundaria. «Queremos abrir un «Abrazo de Luz 2» para jóvenes, que están en época muy difícil y que sea un espacio distinto que atienda a sus necesidades diferentes. Que sea un centro lúdico donde se fomenten las habilidades sociales, un sitio donde puedan encontrar su lugar de pertenencia», afirma la coordinadora. Para ello necesitan financiación y están trabajando por encontrarla, bien a través de las administraciones o bien a través de empresas que estén dispuestas a aportar dinero para el proyecto.

Otra de las metas para otoño, ya conseguida, es crear una escuela de padres y madres para que acudan a reuniones periódicas en la fundación, solos o en conjunto, con el propósito de que expresen sus sentimientos e inquietudes y se sientan apoyados por los demás progenitores con el fin de que logren una mejora en la educación de los pequeños.