«Nuestro trabajo se podría comparar con romper todos los libros de la Biblioteca Nacional en cachitos y empezar a tratar de recomponerlos para comprender su significado», indica uno de los casi diez investigadores que componen el grupo de Genómica Evolutiva de la Universidad Miguel Hernández (UMH), que desde su laboratorio, ubicado en el campus de Sant Joan d'Alacant, se encargan de realizar secuenciaciones de ADN de los millones de micoorganismos que se encuentran en los ecosistemas marinos.

Una tarea para la que se necesitan una potente tecnología y en la que, según el director del equipo, Francisco Eduardo Rodríguez Valera, son referentes a nivel europeo. Y es que, desde que comenzaron a trabajar en esta materia en los años noventa, han ido haciendo acopio de sistemas informáticos para acelerar el análisis de las muestras que van recogiendo en el Mediterráneo. Este grupo, para llevar a cabo sus procesos bioinformáticos, cuenta con alrededor de una decena de procesadores que les permite desgranar, en un día, la información genética de más de cien microbios.

Francisco Eduardo Rodríguez subraya que lo que hacen ellos es ciencia básica. Es decir, investigación que se lleva a cabo sin fines prácticos inmediatos, sino con la intención de incrementar los conocimientos de los principios fundamentales de la naturaleza o de la realidad por sí misma.

Sin embargo, según Rodríguez Valera, muchos de los descubrimientos a los que llegan suponen el punto de salida de investigaciones de la ciencia aplicada. «Por ejemplo, aquí hemos obtenido resultados que después les han valido a otros equipos científicos para avanzar, por ejemplo, en la lucha contra ciertos tipos de cáncer, contra factores que determinan enfermedades hereditarias o, incluso, para llevar a cabo manipulaciones neurológicas que tienen que ver con graves patologías como el alzheimer. Sobre todo, por lo descubierto en relación con las rodopsinas, que son unos pigmentos que se usan en la optogenética», manifiesta este investigador.

De hecho, el científico ilicitano Juan Francisco Martínez Mojica comenzó hace años, junto a Rodríguez Valera, su estudio sobre el sistema de defensa de las bacterias que podía aplicarse como herramienta y transferirlas a organismos vivos. Una investigación que le ha llevado a postularse como aspirante al Nobel de Medicina.

«Al final, en el mar, en los pantanos y en los océanos tenemos una variedad de micoorganismo brutal. Los animales, insectos y humanos que campamos sobre la tierra somos una parte muy pequeña comparado con la variedad de vida microscópica que existe dentro de estos espacios acuáticos, y que en su carga genética pueden esconder secretos con los que podríamos revolucionar la medicina. Guardan, de alguna manera, la esencia de todo», desarrolla Francisco Eduardo Rodríguez Valera, que comenzó trabajando en el grupo de Ecología Microbiana Molecular de la Universidad de Alicante (UA), con el que colaboran y desde donde acaban de descubrir también los 44 virus más abundantes de los océanos del planeta.

Actualmente, el grupo de Genómica Evolutiva de la UMH trabaja sobre áreas del Mediterráneo como la zona del Mar Menor y el pantano de Amadorio. Sus últimas investigaciones se están centrando en el ensamblaje de genomas de micoorganismos de estos ecosistemas. «Es complejo explicar para qué sirve todo esto. Pero también se pensaba que los estudios que hacían los investigadores del siglo XVIII sobre electricidad no valdrían para nada. Al final, trabajamos para intentar comprender el Universo y para saber reaccionar ante cualquier cambio. Investigamos pensando más en el futuro que en el presente», determina.