Un espacio artístico, cultural y de ocio construido desde la más profunda humanidad, trazo a trazo, nota a nota, paso a paso. La escuela Artes de Elche, inaugurada en la primavera de 2015 y concebida para el desarrollo integral de personas con discapacidad, se ha quedado pequeña en apenas dos años. El entorno de estímulos que envuelve su proyecto hace que un centenar de niños con diferentes diversidades funcionales participen ya en sus cursos y talleres de música, pintura y danza-teatro.

La discapacidad no define a las personas por concepto. No habla de sus pasiones o miedos, de sus gustos o habilidades, que es precisamente donde sitúan el foco los docentes de la escuela para hacer de Artes un lugar donde estos niños «puedan descubrir qué les apasiona, tener amigos o amigas y disfrutar de distintas ocupaciones en su tiempo libre». «Sobre todo les damos ilusión», destaca Mari Ángeles Jaén, directora de este proyecto inclusivo del que también forman parte niños y jóvenes sin ningún tipo de discapacidad cuyos padres quieren que se eduquen en valores y entornos como el que dibuja Artes.

La falta de recursos o servicios de ocio, culturales y artísticos permanentes en el tiempo que existe en la ciudad hace que muchos de los usuarios de Artes lleguen a su escuela procedentes de otras asociaciones. Su proyecto en el local que ocupan en la ilicitana calle Diego Fuentes Serrano, cedido por la Fundación Juan Perán de Pikolinos, arrancó en 2015. En 2016 ya habían llegado al tope de su capacidad y, alcanzado el ecuador del 2017, se encuentran superados. «Tenemos lista de espera», asegura Mari Ángeles, quien ha orientado toda su carrera profesional al trabajo con personas con diversidad funcional.

El incremento sensible de la autoestima y una mejora palpable en la expresión y la comunicación con su entorno son, a grandes rasgos, los principales beneficios que reportan a los usuarios de Artes las clases que con tanto mimo se desarrollan en el centro.«Escuchamos música, intentamos disfrutar de ella. Yo no pretendo hacer una clase teórica, pero sí que los alumnos conozcan un poco los tiempos, la percepción del ritmo. Es en eso en lo que baso la experiencia», señala Diego, profesor de música bajo cuya batuta algunos niños «tocan la guitarra, afinan las voces o aprovechan los instrumentos de percusión».

Rosa, la guía espiritual y maestra de las clases de danza-teatro, desarrolla por su parte «actividades relacionadas con la expresión corporal y darle sentido al movimiento». «Abrimos el abanico de la danza clásica para introducir básicamente la interpretación», añade Rosa, quien destaca que el objetivo final es «hacer una muestra abierta al público y las familias para trasladar un concepto de discapacidad positiva».