Corría el año 1937 cuando la ciudad veía muy cerca la amenaza de ser bombardeada. Fue entonces cuando el consejero municipal, José Luis Quirant, reclamaba la construcción de refugios en Elche para la defensa pasiva. Una tarea que llegó a prolongarse durante prácticamente toda la Guerra Civil.Guerra Civil Sin embargo, pese a que Alicante, Alcoy y Torrevieja fueron destinos que se vieron golpeados, en Elche esas galerías nunca llegaron a utilizarse porque la ciudad se salvó de los asaltos.

La recuperación de esos fosos que hoy día todavía esconden las entrañas de la ciudad ha abierto un debate en los últimos días. En pleno proceso de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica que poco a poco se está abriendo paso en Elche y tras la modificación de la Ley del Patrimonio Cultural Valenciano, que entre otras consideraciones pide proteger los refugios, varios colectivos locales reclaman salvar estos vestigios de la contienda.

Pero, ¿qué hay bajo el subsuelo de Elche de aquella época? Historiadores e investigadores hablan de al menos doce galerías repartidas en diferentes puntos de la ciudad. El caso más cercano en la memoria de los ilicitanos, es el que sacaron a la luz las catas arqueológicas en los exteriores del Mercado Central en el año 2014. La calle Menéndez Pelayo tenía delante la boca de un túnel, en buen estado de conservación, que había sido diseñado para servir como escondite a veinte metros bajo tierra.

Otro, también próximo en el recuerdo de la población, es el de la plaza del Raval. El epicentro de un barrio que en el año 1955 se convirtió en el motivo de una tragedia que asoló la ciudad. El hundimiento del refugio un fatídico 14 de mayo acababa con la vida de cuatro jóvenes que se encontraban en la replaceta en aquel instante.

Ese episodio marcaba un antes y un después en Elche y, a partir de ese momento, comenzaron a revisarse y a consolidarse algunas de las galerías que se extendían por las profundidades ilicitanas por cuestiones de seguridad.

Y es que, el subsuelo del municipio también albergaba otros puntos estratégicos como en el Paseo de Germanías. Allí, frente al actual colegio Miguel de Unamuno, donde estaban las antiguas Escuelas Graduadas, se hallaba otro refugio, que tal y como recuerda el historiador Miguel Ors, durante aquella época se apuntaba a que había túneles que conectaba el edificio educativo con las galerías de aquel enclave.

Las fábricas de guerra también tuvieron escondites ocultos, como por ejemplo la de Facasa, en la avenida Juan Carlos Primero; la de Ripoll; la que había próxima a Candalix o la de la avenida de Santa Pola, frente al instituto Sixto Marco. En las Puertas Tahullas, junto al huerto de Puertas Coloradas hay otro escondite localizado al igual que en la calle Alpujarra de la zona centro. En concreto, se hallaba bajo el colegio Ferrández Cruz. Junto a la calle Velarde, bajo el huerto Don Julio también hay otra oquedad para esa defensa pasiva que se mandó construir en Elche.

Asimismo, dentro de la Vila Murada hay otras dos galerías consideradas claves, a parte de la que se abrió en 2014, junto al Mercado Central. Estaban dispuestas paralelamente con salida a la rambla del río Vinalopó y comunicadas entre ellas. Una de ellas tenía acceso en la plaza Mariano Antón, otro en la basílica de Santa María y otro en la calle Trinquet.

En la plaza de las Flores, justo donde se levantaban los muros de la Pescadería, hay localizado otro refugio, que actualmente ha despertado la atención de la Agrupación Ilicitana en Defensa del Patrimonio. Su entrada, tal y como muestra un mapa elaborado en 1950 que conserva el Archivo Municipal, localiza la entrada en el interior del Mercado Central. Así lo desvela también un mapa trazado por el dibujante Antonio Ródenas.

Varios vendedores han llegado a asegurar que está situada bajo el ascensor que se colocó hace unos años y que fueron testigos de cómo durante los trabajos de construcción del foso se extrajeron varias traviesas del ferrocarril procedentes del refugio. Así lo revela el colectivo en Defensa del Patrimonio Ilicitano, que sitúa en 14 metros la profundidad a la que se encuentra el refugio.

De ahí que, como las catas arqueológicas del Mercado no han excavado a esa profundidad, la agrupación ha pedido a la Conselleria de Cultura que considere la existencia de este refugio de la Guerra Civil y la protección que ofrece a estas construcciones a la hora de dictaminar a cerca de la presencia de restos arqueológicos amenazados por la construcción de un futuro parking subterráneo.

Pero, no solo este colectivo se ha pronunciado a favor de la protección de los escondites de la contienda bélica. Hace unas semanas, el Institut d'Estudis Comarcals ha pedido al Ayuntamiento que incluya los refugios que hay en Elche en el catálogo de Bienes de Relevancia Local, tras esa puerta abierta con la modificación de la Ley del Patrimonio Cultural Valenciano. La agrupación ha solicitado al propio alcalde, Carlos González, que prohíba cualquier actuación urbanística que ponga en peligro su conservación. No en vano, también piden que aquellos que están en buenas condiciones se abran al público para un uso educativo y de conocimiento de la historia de la ciudad, como ocurre con otras localidades como Alicante.

Por el momento, el Ayuntamiento no se ha llegado a pronunciar al respecto.

Historia documentada

Más allá de las cifras y las ubicaciones, colectivos locales e historiadores, como Miguel Ors, coinciden en que casi todos esos refugios compartían una seña de identidad propia de la ciudad. «Estaban reforzados con troncos de palmeras. Durante toda la guerra hubo talas», señala Miguel Ors, quien en su libro, "Elche, una ciudad en guerra (1936-1939)", relata cómo se gestó la construcción de esas infraestructuras bélicas en el municipio.En su crónica relata cómo el alcalde propuso crear impuestos en el café o en el cine para poner en marcha los escondites. También ahonda en la Comisión de Defensa Pasiva constituida para las construcciones y también en los populares «Domingos Rojos» en los que se llamaba a la población a levantar las galerías.

Otro documento del Partido Socialista del año 1938 al que ha tenido acceso este diario, detallaba incluso los turnos de seis horas donde debían trabajar los obreros en refugios como el del Paseo de Germanías y en las galerías que tenían salidas en el río Vinalopó.