Buscar una nueva generación de moléculas que generen energía fotovoltaica sin que su producción suponga un coste disparatado es uno de los objetivos del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández. El grupo de investigación de diseño molecular que dirige la catedrática de Química Orgánica Ángela Sastre Santos trabaja en la obtención de componentes más económicos y con mayores prestaciones que los actuales, para conseguir que en un futuro no muy lejano todos los hogares puedan autoabastecerse energéticamente hablando. Los expertos también proponen utilizar los avances en el sector textil.

Conseguir que una tienda de campaña produzca su propia energía para tener luz, o que los alpinistas lleven prendas con moléculas que permitan contar con un sistema de calefacción mientras se sube a las cimas más altas del mundo parecen soluciones que están a años luz, pero no son imposibles para los investigadores. Sería algo así como chaquetas, por ejemplo, con el calor de una estufa incorporado.

Ángela Sastre apunta que «la fotovoltaica es una manera de producir energía muy barata», a la vez que añade que «con esta energía no aspiramos a mover un satélite ni lanzar un boeing, pero se puede conseguir desarrollar, por ejemplo, una pintura con moléculas que generen energía en el tejado de las viviendas, y con la que aportar soluciones, por ejemplo, al déficit energético de los países del tercer mundo».

En este sentido, explica que «ahora mismo se utilizan los derivados de fullerenos, que es uno de los componentes de células solares de naturaleza orgánica más utilizado, y nosotros buscamos sustitutos de este componente que sean más baratos y accesibles».

En la actualidad hay tres generaciones de moléculas para generar energía fotovoltaica, que son el silicio que se utiliza en los paneles solares, la tecnología de los semiconductores, que es la más utilizada, y, en tercer lugar, la energía que se genera a través de células orgánicas y híbridas.

El trabajo del grupo de Ángela Sastre se centra en la obtención de una cuarta generación de moléculas que sea más barata que las tres anteriores. «Si abaratamos coste en el material y aumentamos las prestaciones, lo habremos conseguido», apuntó la catedrática de la Universidad Miguel Hernández.

Los avances que se consiguen en laboratorios como los de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández llegan poco a poco, al ritmo que permite la financiación, y que en este momento depende de la resolución de una nueva convocatoria del programa de ayudas Prometeo de la Generalitat Valenciana.

Además de la investigación que se centra en la creación de nuevas moléculas para producir energía fotovoltaica, en la Universidad Miguel Hernández también trabajan en colaboración con otras universidades en la creación de nuevos láseres y biomarcadores, con los que contribuir al terreno de la medicina.