«Escribo porque me salva, porque es lo único que me queda», se puede leer en una de sus obras.

Es una frase que recojo en mi obra reunida «La rosa inclinada». Yo creo que la escritura es una doble salvación para el poeta. Por un lado, porque le permite vivir aquello que en su vida no ha podido experimentar. Para mí, a veces, en la escritura se encuentra mi vida real. El poema tiene vida autónoma, y no tiene por qué coincidir con la del poeta. Las noches más intensas de amor las he vivido escribiendo y de manera previa a una velada solitaria.

Hoy visita el IES Misteri d'Elx y la sala La Llotja. ¿Qué ofrece en ambos lugares?

A los estudiantes les hablaré de lo que significa leer y del agradecimiento que deben de tener hacia los que les animaron a comenzar con esta bella práctica. Mucha gente no sabe nada de esos profesores que nos introdujeron ese amor por la lectura pero, de alguna manera, por lo que hicieron, siempre estarán con nosotros. Por la tarde ofrezco una lectura poética centrada en mi poemario «La estación azul», que obtuvo en 2003 el premio Francisco de Quevedo y que acaba de reeditar la editorial Renacimiento. El título de este libro lo utilizamos para bautizar el programa que estrené con Ignacio Elguero en Radio 3.

Usted que ha estado durante muchos años en contacto con los lectores a través de la radio, ¿cómo ve la relación actual entre el público y los textos?

Pienso que la poesía goza de muy buena salud. Un poeta de esta zona, Francisco Brines, dice que la poesía no tiene público, sino lectores. Es imposible saber cuántos hay detrás de los poemarios, porque muchos son consumidos en las bibliotecas y esos no computan.

Y los raperos, ¿computan en el mundo poético?

Yo pienso que la poesía no solo está en el poema sino en todas partes. Cuando miramos a una persona también estamos leyendo en ella. No obstante, aunque los raperos o los cantautores desarrollan un arte que puede ser muy rico, no podemos confundir lo que hacen algunos de ellos con la verdadera poesía, sujeta a principios y a bases.