«Un día puede pasar una desgracia personal porque la fuerza del agua es impredecible y aquí vive gente». La reflexión a modo de advertencia parte de un vecino de Daimés, la partida rural más afectada por los efectos de la última gota fría que afectó a la provincia y que dejó hasta 90 litros de agua por metro cuadrado en el Camp d'Uxó. La ingente crecida del río Vinalopó a su paso por el municipio tuvo especial incidencia en esta zona, dónde acabó desbordándose y anegando la mayoría de la treintena de challes levantados sobre el margen derecho del cauce.

La vegetación incontrolada de cañas y la falta de limpieza de la zona, además de la vía abierta que encuentra el agua por la inexistencia de un muro de contención que nadie está dispuesto a levantar, están detrás de un problema endémico que hace que los vecinos de Daimés vivan pendientes del cielo los días que se anuncian fuertes lluvias en el municipio.

El problema principal reside en que el muro natural que dibuja el cauce del Vinalopó en el margen derecho «está muy bajo», según llevan denunciando los vecinos desde hace un lustro, y «cuando el río crece el camino del Ocho se queda más bajo que el propio cauce y el agua acaba alcanzando las casas». Así lo asegura Pepe, propietario de uno de los challes afectados por las inundaciones del último temporal. «El río y el muro están en mal estado y alguien debería solucionar el problema sin necesidad de que los vecinos nos quejemos», razona Pepe, para quien «que ésta sea una zona de inundaciones no significa que el cauce tenga estar sin limpiar y el muro del margen sin reponer».

Los vecinos de Daimés se sienten desamparados tanto por el Ayuntamiento como por la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ). Hace cinco años, tras otro episodio de fuertes precipitaciones, remitieron un escrito al Consistorio exigiendo la reparación del muro en cuestión. La respuesta, según los vecinos, fue que la limpieza del cauce y el arreglo del muro era competencia de la CHJ, a la que enviaron un segundo escrito en los mismos términos. La respuesta, esta vez, fue que dependía del Ayuntamiento por estar en suelo municipal. «Unos a otros se pasaron la pelota y no nos dieron ninguna solución», denuncia esta vez Raúl, otro de los vecinos cuyo chalet se vio afectado por la fuerza del agua durante la última gota fría.

Ante esta situación, los vecinos se sienten completamente indefensos y viven con la sensación de ser «ciudadanos de tercera, pese a que pagamos impuestos como los demás». «La parte de arriba del río se mantiene en condiciones mientras que ésta lleva unos cinco años sin limpiar. Hay como un limbo de tres kilómetros», denuncia Raúl.

Atados de pies y manos

Entre los propietarios de la treintena de chalets que se levantan sobre el margen derecho del río, alguno, como Raúl, ha llegado a plantearse pagar a un palista para que reconstruya el muro. Pero ni así. «No se puede tocar el margen porque depende de la Confederación», señala resignado.

Según los vecinos, la actuación sería tan sencilla que les enerva que nadie haga nada al respecto. «Se trata de sacar tierra del propio cauce y levantar un muro de 3, 5 metros de ancho, 1,5 metros de alto y 100 metros de largo, y ponerle unas piedras. No creo que sean más de dos días de trabajo de una máquina...», enumera Raúl, quien pidió un informe de daños a la Policía tras las últimas inundaciones en su casa; unos desperfectos valorados en 24.000 euros por los que el seguro no quiere pagarle más de 9.000. «Entre todo dan ganas de vender y irse de aquí», asegura. Y, como él, algún otro vecino de Daimés cansado de vivir pendiente del cielo.