Con un coeficiente intelectual de 129, psicólogos expertos en el análisis del comportamiento delictivo de la Policía Judicial revelaron ayer ante la Sección Séptima de la Audiencia Provincial, con sede en Elche, que el veterinario acusado de matar a su mujer en Benijófar tiene una inteligencia dos veces superior a la media de la población.

Algo que, junto a otros rasgos de personalidad evaluados por los expertos, como su perfil altamente manipulador, incidió no solo en la principal hipótesis del crimen, sino también en que el propio acusado planificara meticulosamente todos los hechos y sus diferentes versiones para entorpecer las investigaciones del homicidio ocurrido en el año 2013, por el que la Fiscalía ha pedido al acusado diez años de cárcel.

Después de que el procesado aceptara anteayer la pena solicitada por el Ministerio Público y confesara que acabó con la vida de su esposa con anestésicos, la Ciudad de la Justicia de Elche acogió ayer la segunda sesión de la vista oral. En ella, diferentes testigos declararon ante el tribunal y ante un jurado popular.

Entre los llamados a comparecer destacaron agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil que practicaron inspecciones oculares en la clínica veterinaria, donde presuntamente se cometieron los hechos, en el vehículo del acusado y en el domicilio del matrimonio, situado en Dolores. Los efectivos revisaron estos espacios y recogieron numerosas muestras tras encontrar restos o evidencias del homicidio, tal y como ayer revelaron en el juicio.

Asimismo, relataron haber hallado un hacha en la cocina y un cuchillo en el fregadero tras haber recibido indicaciones del propio acusado, en una de sus declaraciones, que apuntaban a que habría descuartizado a su mujer en su propia casa antes de incinerarla. No en vano, los agentes revelaron que estos dos instrumentos dieron negativo en las pruebas realizadas con las luces forenses.

En esta línea, dos peritos expertos en biología y bioquímica, también de la Guardia Civil, certificaron ante el tribunal que, después de realizar el análisis de las muestras, hallaron sangre de la víctima en una tela, en las salpicaduras de la pared de la clínica, en un recorte de poliéster que podría pertenecer a una camilla hallada en el domicilio, en un triángulo de señalización encontrado en el vehículo del acusado y en un pijama quirúrgico. También avalaron que ni en el hacha ni en el cuchillo hallaron sangre de la mujer.

Este equipo de expertos se encargó de elaborar un perfil genético de la víctima realizando una comparativa de las muestras halladas con su hija y de una prótesis que también pertenecían a la madre, ante la ausencia alguna del cadáver.

Por su parte, los psicólogos de una unidad especializada de la Guardia Civil con sede en Madrid también aseguraron ante la sala que, tras analizar el comportamiento del acusado, la hipótesis más probable del crimen es un «homicidio impulsivo por explosión de ira». Los expertos apuntaron también que vieron un «ánimo malicioso» al ocultar el cadáver. Y es que, tal y como revelaron los psicólogos, después de elaborar su estudio, la mujer del veterinario tenía una «enorme» dependencia de su esposo y se había convertido en un factor «muy estresante para él», porque estaba profundamente deprimida, lo que había comenzado a generar un «problema» para el acusado, según sostuvieron en la mañana de ayer en la Ciudad de la Justicia. Ahora bien, los mismos expertos precisaron ante el tribunal y el jurado popular que el procesado «minó el autoestima» de su mujer para que ésta se encontrara en ese estado de depresión.

Por su parte, la defensa del hombre argumentó el primer día del juicio que la víctima había tenido cinco intentos de suicidio anteriores. Un argumento que vino a sostener el veterinario en su declaración ante la sala donde reconoció haber matado a su mujer, «porque ella no quería vivir más y si no ella lo iba a hacer de forma más cruenta».