Rosh 333, uno de los artistas urbanos más consagrados de España y referente de la escena ilicitana dentro de esta disciplina, tenía que devolver varias visitas en tierras mexicanas, por lo que el pasado mes de noviembre se hizo el petate y cruzó el charco en busca de aventuras y de muros en las que imprimir su arte con el spray. Durante casi dos meses ha recorrido gran parte de esta enorme nación norteamericana acompañado de varios de los mejores grafiteros (o escritores) mexicanos. Entre ellos Demsky, que curiosamente también es ilicitano y desde hace algún tiempo se gana la vida con su arte en Guadalajara, punto desde el que coordina sus exposiciones internacionales (la última en Japón y la próxima en Londres). Así se mueven estos figuras del «street art».

La expedición de Rosh 333 arrancó en Ciudad de México, donde pasó varios días con los chicos de Toni Delfino, una marca de ropa con bastante pegada en los territorios independientes que manejan una cuadrilla de diseñadores gráficos a los que también les gusta decorar paredes con sus aerosoles. Con algunos de ellos, como Smithe, colocó su nombre en varias calles de la capital. «No he tenido demasiados problemas para pintar en la ciudad. Es un país que valora mucho el arte urbano y, en definitiva, todo tipo de expresiones artística. La persecución legal es mínima. El grafiti podría decirse que es el menor problema que tiene allí la policía. Quizá en Ciudad de México costaba un poco más conseguir los permisos pero tampoco. Veías un muro que te gustaba, ibas a hablar con los propietarios y te acaban dando el visto bueno y sacando una cerveza y comida como agradecimiento», detalla el grafitero.

En Guadalajara, por ejemplo, la permisividad era prácticamente total y la promoción de actividades vinculadas al arte urbano por parte de la administración pública, envidiable bajo su punto de vista. Allí conoció el centro cultural de la avenida Chapultepec, donde su paisano Demsky acababa de exponer, y se quedó varios días en Casa Rayón, un centro neurálgico para los graffiteros y una especie de albergue para los que van de paso. Este lugar pertenece a Drain, un escritor local muy potente que se gana la vida, como Rosh 333, con su capacidad creativa. «Hice pocos murales. Sobre todo eran piezas con mi nombre y en fondo negro, algo que curiosamente se repitió varias veces. En México pasa como aquí en la década del dos mil: Mucha gente pintando en la calle y mucha peña que viene a ver tu obra y a pedirte que le decores su habitación o su negocio», explica Rosh, al que le llamó la atención la intensidad y la viveza cromática de las obras de sus anfitriones, que se contagia de la que existe en la arquitectura, la artesanía, la ropa... «Son muy pasionales con el color», incide. Asimismo, ha podido compartir paredes junto a otros genios del arte urbano como Motick, que ha creado una importante marca de sprays en México. O con Eksen en Cancún, un experto en lettering y caligrafías. En Oaxaca, al sur del país, más que a pintar, se dedicó a descubrir toda la cultura en torno al textil, material con el que le gustaría desarrollar nuevos formatos.

En definitiva, un viaje exterior e interior a un país al que pretende volver, ya que tiene varios proyectos apalabrados a partir de esta primera toma de contacto. De momento, ya ha clavado su bandera, en forma de grafiti, en varias ciudades. Su conquista mexicana acaba de empezar.