En el año 2002 Andrea (nombre ficticio de una mujer a la que le diagnosticaron una enfermedad profesional) empezó a trabajar en la zona de triage de una planta de tratamiento de residuos. Su trabajo, como ella misma explica, «consiste en estar en la cinta separando la basura, y cuando la cinta está parada nos dedicamos a hacer labores de limpieza con cepillos grandes, palas y carretillas. Es un trabajo duro».

Así estuvo trabajando sin problemas durante más de diez años, pero llegó un momento en el que empezó a sentir dolor en las dos manos. Andrea asegura que «como tengo mucho aguante, estuve con los dolores dos años hasta que me decidí a acudir al médico para explicarle el dolor».

Cuando Andrea llegó a la consulta del médico se encontró con que la enfermedad que padecía estaba en un estado muy avanzado. Le diagnosticaron el síndrome del túnel carpiano en los dos brazos. «Me hicieron las pruebas, que dieron positivo y la única solución que tenía era operarme», explica, a la vez que detalla que «como era joven el médico me dijo que no quería operarme las dos manos, y me operé la derecha, con el objetivo de mejorar poco a poco».

No obstante, relata la mujer «los dolores en la mano izquierda seguían y a los siete meses tuve que volver al médico para pedirle que me operase de la mano izquierda».

A pesar de tener este diagnóstico, la mutua le denegó el reconocimiento de la enfermedad profesional y tuvo que recurrir al Instituto Nacional de Seguridad Social, donde sí que le reconocieron que el origen de la enfermedad estaba relacionado con su puesto de trabajo.

De esta forma, la empresa tuvo que abonarle el 100% del sueldo del periodo en el que estuvo dada de baja por las operaciones, ya que antes no tenía derecho al no contar con el reconocimiento de la enfermedad profesional. J. A. M.