Una de cada cuatro mujeres operadas de cáncer de mama tiene riesgo a sufrir secuelas como el linfedema. Esta es una de las complicaciones más frecuentes, según señalan los especialistas, de la cirugía a la que se someten las pacientes para extirparle el tumor, con vaciamiento axilar o bien por la radioterapia. Se trata de una inflamación de los tejidos, normalmente del brazo, por la acumulación del líquido de los vasos linfáticos, como consecuencia de la interrupción del drenaje.

Ante ello, el Hospital General ha implantado una escuela de rehabilitación destinada a este grupo de riesgo, con el objetivo de prevenir y aprender a detectar estos agravamientos. La unidad de Oncología deriva a las mujeres a los talleres en grupo o sesiones individualizadas para frenar unos síntomas que pueden aparecer en cualquier momento desde que una paciente es intervenida.

No en vano, los especialistas destacan que las cirugías son cada vez más conservadoras, lo que ayuda a que estos síntomas no aparezcan.

«Cuando hay un linfedema es evidente a nivel físico, dependiendo si es leve o avanzado. Provoca molestias o pesadez en el brazo, dificultando su movilidad, y a veces afecta al hombro», destacó el equipo que compone la escuela de linfedema, formado por la jefa del servicio médico rehabilitador, Camila Maciá; la fisioterapeuta María Luisa Calveras y la enfermera de Oncología y también fisioterapeuta Pilar Calderón. Las profesionales destacaron la importancia de la prevención, ya que la aparición de esta secuela tiene repercusiones psicológicas, físicas y emocionales.

«El linfedema es crónico y es muy importante no olvidarse de unas pautas para frenar su aparición», señalaron desde el servicio del Hospital General. Y así, ante la destacada incidencia que tiene hoy día el cáncer de mama, y tras detectar mujeres con este tipo de problemas en estado avanzado, el centro sanitario atiende desde enero a las pacientes. La detección precoz también es otro de los objetivos que persiguen estas sesiones de rehabilitación con mujeres a las que les han vaciado unos ganglios que ya no se regeneran.

Por este motivo, la unidad lanza unas recomendaciones a sus pacientes que deben seguir de por vida. Como ejemplo, no llevar demasiado peso en el brazo que corresponde con la zona operada, evitar el frío o el calor excesivo, así como de las infecciones y las quemaduras. La alimentación, cuidar el peso y llevar una vida activa son otras de las pautas que tienen que adoptar este tipo de pacientes.

«Ellas son las responsables de su salud y tienen que tomar conciencia. Deben seguir un autocuidado continuo», apuntaron las especialistas de la escuela de linfedema. Por otra parte, en caso de que las mujeres intervenidas acaben sufriendo estas complicaciones, las expertas aconsejan vendar el brazo con una media de contención y la presoterapia con profesionales, entre otras tareas.

Por ello, a parte de estas advertencias, las mujeres aprenden en las sesiones de rehabilitación ejercicios respiratorios de tipo diafragmático y con el cuello para estimular los ganglios linfáticos muy abundantes en esta zona, para facilitar el drenaje. Asimismo, las pacientes también se someten a otras tareas para mejorar la movilidad de los brazos, los dedos de la mano, el hombro, etc.

Las profesionales encargadas de desarrollar esta iniciativa han destacado que las sesiones no solo están dirigidas a las pacientes, sino también a familiares y profesionales si así lo desean para fortalecer la concienciación.