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Torres vigía

Patrimonio con sello ilicitano

Las torres vigía de Elche están mal conservadas y no se pueden visitar

Patrimonio con sello ilicitano

Si algo se puede sacar en claro de una semana en la que las torres vigías han estado de plena actualidad por las quejas que ha suscitado que una de ellas aloje un prostíbulo desde hace más de veinte años, es que Elche cuenta con un sistema «antinvasiones» que muchos no conocen. Y no hablamos de los que son de fuera de los límites del término municipal, sino de buena parte de ilicitanos, que a menudo desconocen que casi la mitad de los Bienes de Interés Cultural (BIC) que la Generalitat Valenciana tiene protegidos en Elche son torres de uso defensivo. Se trata de atalayas que en muchos casos datan del siglo XVI, elementos arquitectónicos pensados desde la Edad Media para enviar rápidamente el mensaje hasta la ciudad en caso de peligro.

Su historia y su ubicación se pueden conocer en paneles divulgativos en una de las pocas que se ha rehabilitado, la Torre de Vaillos (junto a la UMH y el Conservatorio) pero muchas no son visitables porque ni están abiertas al público ni están bien conservadas. De hecho algunas están por los suelos, como la Torre Vigía Estaña, que está derruida casi por completo. Una pila de piedras en el camino viejo de Santa Pola cuenta a malas penas la historia de un sistema de seguridad basado en vigilantes que día y noche oteaban el horizonte, sin perderle vista al mar ni a los caminos y veredas para custodiar no solo Elche, sino también Alicante, Aspe, Novelda, Elda y Xixona.

Así lo refleja el Ayuntamiento en su página web cuando contextualiza el valor que tiene la Torre de Vaillos, pero no hay manera de verlo sobre el terreno. Preguntado sobre esta cuestión, el concejal de Patrimonio, José Manuel Sánchez, reconoce que sí se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de poner en valor estos elementos, que bien valdrían una ruta, un itinerario o una guía turística o cultural. Aunque si se sigue dejando de lado su mantenimiento, quizá en el futuro solo nos quede imaginar y recordar el aspecto de los edificios, que aún hoy, con voluntad y presupuesto pueden ser salvados.

Cuentan desde el Institut d'Estudis Comarcals del Baix Vinalopó (IECBV) que la Torre Gaitán estaba junto a la carretera de Santa Pola, no muy lejos de la de Estaña, pero de ella no queda nada. Ni fotos.

Otras han sido mantenidas por familias a lo largo de los siglos y en algunos casos son torres que forman parte de viviendas desde las cuales los propietarios de grandes extensiones de terrenos controlaban sus dominios, según cuenta el geógrafo ilicitano Vicente Bordonado. En la lista de elementos ilicitanos protegidos como BIC no están todas las que son.

La Torre de Asprillas en la carretera de La Baia o la del Palombar, junto al Club de Tenis en la carretera de Asprella, la de Aznar, en la carretera de Torrellano (esa que la Generalitat tiene catalogada como de Jubalcoy), o la de Carrús, están a cargo de familias o dueños privados, obligados por ley a mantener su estado. No en todos los casos cumplen, pero algunas entidades como Asociación Desarrollo Rural (ADR) Camp d'Elx subrayan que las administraciones deberían presupuestar fondos si pretenden conservar el patrimonio, porque particulares millonarios dispuestos a rehabilitar una torre de cinco siglos de historia hay pocos.

Algunas de las atalayas han soportado mejor el paso del tiempo y tienen un papel protagonista en la memoria colectiva. La de La Calahorra, sin ir más lejos, junto a la basílica de Santa María, o la que todos conocen como La Torreta, pero que en realidad se llama de Ressemblanch. Otras agonizan esperando un proyecto de rehabilitación que no llega nunca y casi darían gracias por un apuntalamiento, mientras la Conselleria y el Ayuntamiento carecen de partidas presupuestarias suficientes como para confiar en que la rehabilitación o la expropiación pudieran llegar pronto.

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