Reconocer los primeros síntomas de un infarto cerebral puede ser la clave de la supervivencia y determinante para reducir al mínimo las secuelas. Por eso, los expertos buscan enseñar a la población a detectar las pistas externas de un ictus tanto en primera persona como en alguien a quien tenemos delante. El centro de salud de El Toscar acogió ayer, en el marco de la Semana de la Salud, un taller práctico para enseñar a la población en riesgo a darse cuenta cuanto antes. El director del centro, Juan Quintana, subraya que «depende de la arteria de la cabeza que se vea afectada, se producen unos u otros síntomas», pero sobre todo hay tres claves.

Por un lado, las palabras no salen con fluidez: «El paciente con ictus clásicamente está hablando y se le traba la lengua, piensa las palabras pero no consigue articularlas, balbucea y no se le entiende...». En segundo lugar, es habitual perder fuerza en una de las extremidades o una mano, «la habilidad o fuerza motora desde el cerebro se pierde, por eso es habitual que un brazo se caiga y no se pueda levantar, o que lleven una pierna arrastrando». La tercera clave que indica que puede estar ocurriendo un ictus está en la expresión facial, y es que «se desvía la boca, sonríen y una parte del labio se queda como dormido, con la comisura relajada y caída desde la mejilla, con la cara torcida».

Pueden darse unos u otros síntomas según la arteria que se vea afectada en el cerebro, y si se dan las tres es muy probable que se trate de un infarto cerebral. Los médicos que impartieron el taller (médicos de familia de El Toscar y Doctor Sapena, Javier Albaladejo y Rebeca Lapaz, ambos referentes en sus centros de salud en problemas neurológicos) expusieron que en estas circunstancias la reacción tiene que ser rápidamente llevar a quien está en esta situación a un centro de salud u hospital o llamar al 112 para que acuda una ambulancia. El tiempo juega en contra y es determinante, puesto que cuanto más tiempo esté taponada una arteria de las muchas que tiene el cerebro, más difícil será tratar las secuelas y pueden quedar permanentes. Parálisis o tartamudeo definitivos son algunas de las posibilidades, explica el doctor, que precisa que hay rehabilitación para volver a recuperar la fuerza en el brazo.

El desencadenante más clásico de un ictus es, según cuenta el doctor Quintana, «un pequeño trombo de colesterol o plaquetas que tapona una arteria igual que se atasca una cañería, y allí donde la sangre no circula, esa parte del cerebro se queda sin funcionamiento. Cuanto más tiempo pasamos sin romper ese trombo, más difícil será que esa parte del cerebro vuelva a funcionar». Este tipo de infarto cerebral «lacunar» puede tener una afectación menor, pero el infarto hemorrágico puede ser más difícil de tratar y más grave.

El tratamiento consiste en «reposo, oxígeno, medicamentos incluso intravenosos...». Es decir, que no hay unos primeros auxilios que se puedan aplicar como en una parada cardiorrespiratoria, pero reconocer los síntomas y darse cuenta de la gravedad de lo que puede estar ocurriendo puede resultar vital.

Y es que, según las estadísticas de incidencia en la población española, se dan 400 casos por cada 100.000 habitantes al año, lo que en Elche supondría que más de 800 personas lo sufrirían cada doce meses.

Las claves en materia de prevención están en la alimentación, en el control de la tensión y la diabetes o la deshabituación del tabaco. Tienen más papeletas los mayores de ochenta años, fumadores, obesos, diabéticos, hipertensos, quienes tienen problemas cardiacos... De modo que si se unen estos factores, el diagnóstico aún puede ser más claro.