El Hospital General de Elche y el Centro de Congresos acogen estos días las XII Jornadas Sobre la Muerte y el Morir organizada por los doctores Vicente Arráez y Susy Cortés. Tew Bunnag (1947, Bangkok, Tailandia) preside la asociación colaboradora Vinyana (afincada en Elche), que recorre España formando a profesionales y particulares en la difícil tarea de acompañar a quien está muriendo. Aprender a afrontar el inevitable desenlace de la vida requiere valor y, sí, da mucho miedo.

Sabiendo que todos nos vamos a morir, ¿por qué le tenemos tanto miedo a la muerte?

Hay muchos tipos de miedo. Uno es el miedo a sufrir dolores. Hoy en día la medicina es muy sofisticada y se le explica a la gente que no sufrirá con su cuerpo, pero ese es solo un aspecto. Hay otros miedos más sutiles: miedo a dejar a tus hijos, a lo desconocido, a morir solo... Esa proyección de sufrimiento es la causa de muchos miedos existenciales y para nosotros son temas espirituales en los que hay que focalizar mucho más la atención. Acompañar a alguien incluye ayudarle a tratar con ese miedo para que pueda trascenderlo. Es normal tener miedo de morir, y alguien que lo disimula, al final, puede tener más problemas.

¿Y qué hay del trance del que se queda, del acompañante?

La muerte no es solo una persona al final de su vida, es un cambio radical para toda una familia. Y el duelo no surge en el momento de perder: en el caso de una larga enfermedad o una demencia, eso ya es duelo. Ese proceso cambia todos los puntos de referencia y se puede vivir con tristeza e impotencia o de manera más valiente, porque morir es inevitable y es parte integral de cómo has vivido.

Habla de enfermedad, pero a veces la muerte es imprevista. ¿Deberíamos hacer todos una preparación para morir?

Sí, sin obsesionarnos. Yo he trabajado con padres muy perplejos por haber perdido un hijo o una hija en un accidente y la verdad es que no hay preparación adecuada. No estoy diciendo que podamos estar preparados para un asesinato o un accidente, pero hay cosas que se pueden hacer para sobrevivir al duelo tremendo que producen. Perder a alguien por vejez es una cosa y perderle brutalmente en un accidente es otro tipo de duelo, que viene con shock y emociones mucho más intensas. Hay que saber cómo tratar cada caso.

Ha acompañado a mucha gente y de distintas culturas. Cuando nos acercamos al momento, ¿hay algo universal en todos?

Un budista, un cristiano y un ateo adultos están condicionados por un lenguaje cultural, pero debajo de todo eso sí que hay una universalidad. Es curioso que, más allá de la interpretación, en todas la culturas las experiencias cercanas a la muerte son lo mismo en todo el mundo. Túnel, luz, voces, reencuentro con familiares...

¿Cree que la sanidad debería ayudar a morir a quien lo pida?

Sí, yo sigo yendo a mi país a visitar a gente en sus casas y en los hospitales. Hay que ir con experiencia y conocimiento, pero con humildad. Nuestra empatía y compasión se basan en nuestra conexión con nosotros mismos, en cómo sufrimos al perder a alguien amado o afrontamos una enfermedad...

Me refería a la eutanasia, a la muerte asistida.

La medicina no tiene que tratar solo síntomas, sino respetar lo que la persona muriendo quiere. Por otro lado, tiene que haber un acompañamiento espiritual para que en vez de querer huir se abrace el proceso como parte integral de la vida. Pero eso requiere coraje, apoyo y recursos que todos tenemos, pero hay que cultivar. El término griego eutanasia significa «morir bien». De alguna forma a eso nos dedicamos, pero, en el sentido de alguien que decide que no puede más, no es nuestro trabajo.

¿A qué se dedica hoy en día?

Vinyana ofrece formación tanto al público como a profesionales que trabajan en paliativos y en todo lo que tiene que ver con el acompañamiento a una persona en el final de su vida. Cómo tener confianza o mantener tu bienestar cuando te toca ser cuidador. Son cosas muy normales, pero hay que abordarlas si queremos mejorar en un terreno que es inevitable. Estamos convencidos de que no hay suficiente preparación y práctica. Hacemos hincapié en la espiritualidad -que no quiere decir religión, aunque tampoco la rechaza, sino humanidad profunda-. Integramos el cuerpo con ejercicios de artes marciales, chi kung, taichí... Partimos del cuerpo, que es básicamente lo que te va a acompañar, porque también se muere.