El impacto que tiene para una mujer perder el pelo a mechones a causa del tratamiento contra el cáncer de mama no es superficial. Es importante para su salud mental, para su autoestima y para su curación. Por eso, el Hospital del Vinalopó acogió ayer por segundo año consecutivo una iniciativa en beneficio de mujeres afectadas en la que voluntarias donaron sus melenas para hacer pelucas de pelo natural. Nada menos que 350 mujeres que se cortaron por lo sano un mínimo de 20 centímetros y un máximo de 56 (pues ese fue el récord de ayer) con ayuda de Düet Peluqueros en el hall del hospital. Casi once metros suman las trenzas y las coletas recogidas ayer, que sobre la báscula suponen 23 kilos de pelo. Nada despreciable teniendo en cuenta que las prótesis capilares de pelo natural superan los mil euros.

El director adjunto de Gerencia del Hospital del Vinalopó, José David Zafrilla, expuso que en el tratamiento de las mujeres con cáncer de mama se aborda todo el proceso, desde el diagnóstico a la salud emocional y el alta total. Con actos como este, se pretende poner el acento en la enfermedad (el cáncer más frecuente en mujeres) y en la importancia del diagnóstico precoz, que consigue que el 90% de los casos se curen por completo. «Tratamos la enfermedad desde un aspecto físico y emocional, y es cierto que después de preguntar si es grave, si hay tratamiento, si se van a curar... Las mujeres preguntan mucho en la consulta si se les va a caer el pelo». Ese momento en que se afeitan o encuentran el pelo en la ducha y en la almohada es a veces el «flash» en que la enfermedad se asume con toda crudeza.

Lo cuenta por ejemplo Nieves Alcolea, de Macma (la asociación de Aspe), quien explica que «cuando te cae el pelo es lo peor que puedes sentir quitando la enfermedad; te miras y dices, "esta no soy yo"; yo llevaba peluca y pañuelo hasta en casa en la cama, no quería que mis nietos me vieran sin pelo». Para muchas, el hecho de perder el pelo tiene relación con que los demás las perciban como enfermas pero sobre todo con que ellas mismas no puedan olvidarse un minuto del trance que están pasando: «No es lo más importante y es reversible, pero a nosotras nos afecta mucho y es real», explican las afectadas.

«Yo le pedí a mi marido que me cortara el pelo y a mi hijo que me rapara. Ahí fue donde me di cuenta de que tenía cáncer», dice Pilar García Pastor. Se fue a comprarse una peluca tan larga como su pelo, que le caía en una cola de caballo casi hasta la cintura. No lo hizo por los demás, fue para sí misma: «Yo me quería ver tal y como estaba, me quería mirar al espejo y ser yo», cuenta. Ese reflejo «sin mama, sin vello, sin pelo... es horrible», dice Pilar López García. Ahora, con los años y con un diagnóstico de curación, ya les parece que quizás no era para tanto, pero en aquel momento la montaña era tan alta que la escalada se antojaba muy dura.

Consuelo García, presidenta de Amacmec (asociación de Elche y Santa Pola), también tiene claro que la peluca no es un capricho. El pelo recogido ayer vale mucho dinero y ahora toca saber cómo convertirlo en pelucas para quienes lo necesitan. Tanto da que sean de dentro o fuera de la asociación; de dentro o de fuera de Elche.

La peluquera Ana María Gómez sabe por su día a día lo que a algunas mujeres les cuesta cortarse el pelo, y por eso llama la atención sobre lo alegremente que ayer se despedían de sus melenas las donantes. María Teresa López deja sobre la mesa una coleta de 47 centímetros y se va por la puerta con el pelo corto por la nuca. Se ríe por la sorpresa que se va a llevar su marido cuando la vea llegar sin el pelo que lleva tres años y medio sin cortarse. Lo hace sin dudar, por quien lo pueda necesitar. Lo mismo Laura López: «Simplemente por colaborar, afortunadamente no tengo un caso cercano pero hacerlo por un motivo solidario es suficiente». A su lado, María José Piñol se va también con un buen tajo:«Como es para una buena causa, no ha dolido».