Un 2% de la población aproximadamente padece trastorno bipolar. En relación con la población adulta en Elche, eso supone unas 3.000 personas, según las estimaciones médicas, aunque muchos de los afectados desconocen que lo son. Por muy banalizado que esté el concepto en términos coloquiales, se trata de una enfermedad de las más serias que se tratan en las consultas de Salud Mental y de las más difíciles de diagnosticar, sobre todo porque los primeros episodios pueden confundirse con otros trastornos. Así lo explica el doctor Miguel Alfonso García Escudero, quien se encuentra el frente de la Unidad de Trastornos Bipolares del Hospital General de Elche y que ayer retomó con un grupo de familiares de pacientes las sesiones de apoyo con las que se intenta que las personas más próximas a aquellos que están afectados puedan abordar la situación de la mejor manera posible.

«Es una enfermedad seria, grave, para la que afortunadamente tenemos tratamiento, aunque la banalización de los nombres lleva a referirse a la bipolaridad para cosas que no lo son», expone el facultativo. La bipolaridad pertenece al grupo de los trastornos del estado de ánimo, y consiste en «tener depresiones graves y episodios de lo contrario, entre comillas, que son los episodios maníacos: afecta al estado de ánimo, puede llevarlo hacia abajo causando un episodio depresivo, o hacia arriba causando un estado anormal de euforia, hiperactividad y pérdida de control que se llama manía».

Los pacientes diagnosticados requieren tratamiento psiquiátrico y responden positivamente por lo general al trabajo en materia de psicoeducación, incluyendo en este desafío a los enfermos y a sus familiares. De ahí las sesiones que ayer se retomaron después del verano, que están abiertas al público en general, pacientes y otros interesados y que se imparten en el Centro de Salud de Altabix el primer lunes de mes de 13 a 14 horas.

El doctor expone que «algunos pacientes pasan mucho tiempo entre un episodio y otro, con largas temporadas de normalidad y llevan una vida y un funcionamiento normal durante años; otros tienen peor evolución y más de un episodio en un año, recaen más veces o no llegan a recuperarse de síntomas de depresión más difíciles de resolver... Es una enfermedad seria que a veces la gente confunde con la doble personalidad por aquello de los dos polos, pero que no tiene nada que ver». Aunque sea tan específica, y pudiera parecer que resulta sencilla de diagnosticar por las particularidades de los episodios de manía, «pasan años hasta que se diagnostica porque al principio se puede confundir, sobre todo cuando aparece el episodio depresivo, que se suele diagnosticar como depresión, y en otros momentos las manías se confunden con otras psicosis por ejemplo la esquizofrenia u otros trastornos psicóticos», explica.

Observación

En todo este marco, no hay pruebas diagnósticas más allá de la entrevista y la observación del paciente. Aunque cada vez se diagnostica mejor y con mayor acierto, según el doctor, porque la enfermedad es cada vez más conocida, no se puede hablar de un aumento de frecuencia porque no está vinculada a influencias sociales. De hecho, tiene una base biológica: «Aunque el conocimiento de las enfermedades mentales siempre está en evolución, es quizás el trastorno del que más datos tenemos para afirmar que hay una base biológica; en teoría, se es bipolar desde el nacimiento». Pero eso no significa hereditario. «No es exactamente lo mismo, no es una enfermedad genética en la que hay un gen que sabemos cómo se transmite y podemos predecir cuántos de los hijos de una pareja lo van a tener, pero sí sabemos que es más frecuente cuando la persona tiene antecedentes familiares de trastorno bipolar, de trastornos afectivos graves o psicosis». A eso se añaden desencadenantes. Es decir, que una persona «puede tener la predisposición biológica y que un episodio maniaco se desencadene por el consumo de drogas, por ejemplo, cuando quizás habría tardado más en aparecer o no habría aparecido».

El experto recuerda que «en psiquiatría siempre hay un efecto iceberg, por el que los diagnosticados son unos cuantos y hay muchas personas sin diagnosticar o bien porque no han contactado con el sistema todavía o porque están en un momento de evolución de su enfermedad en el que el trastorno aún no está claro».