Sus primeros pasos ligados al arte dramático los dio en su ciudad, Elche, en el mundo del teatro, dentro de la compañía del Instituto de Carrús. En Murcia se formó como director de escena y en Utah (Estados Unidos) comenzó a coquetear con el audiovisual. Fue en Belfast (Irlanda) cuando se puso a estudiar un máster de cine y una amiga le propuso que aplicara sus conocimientos en rodajes profesionales que se hacían por allí. Se enroló primero en una nueva versión del clásico de «Drácula» y ha continuado integrándose en el equipo de rodaje de «Juego de Tronos». En ambos casos en el departamento de vestuario. Aunque el taller que imparte estas semanas en L'Escorxador es sobre guión de cine y televisión, seguro que a sus alumnos les está contando mil anécdotas sobra la saga que arrasó en los Emmy.

Cuente una de esas anécdotas, que solo conocen los que están al otro lado de la cámara en un rodaje de «Juego de Tronos».

Pues quizá una que tiene que ver con mis inicios dentro de la serie. Me llamaron para la grabación del capítulo «La casa austera», y me integraron dentro del equipo de vestuario de extras. En ese episodio se recrea una batalla en la que Jon Nieve se une a un grupo de salvajes para luchar contra un ejército de zombies denominado los Caminantes Blancos. La contienda acontece en una playa. Mi turno era el de por la noche y nuestra función se basaba en secar el vestuario de los salvajes, compuesto de pieles de animales. Teníamos que utilizar una especie de lanzallamas que impresionaba. Yo, por accidente, toqué una barra de metal ardiendo y me quedé durante una semana sin huellas dactilares.

Y ahí empezó su relación con esta serie de éxito.

Sí, a partir de ese momento comenzaron a contar conmigo para varios capítulos. El otro episodio importante en el que participé fue el noveno de la última temporada, titulado «La batalla de los bastardos», en el que recreamos el enfrentamiento de nuevo de Jon Nieve, junto a los salvajes, contra las tropas del malvado Ramsay Bolton. Es una de las escenas más espectaculares que se han rodado en la serie. Había que vestir a más de 500 extras y estar pendientes de que estuvieran todos perfectos para cada toma. De hecho, cada vez que decían corten, varios miembros del personal de vestuario corríamos a repasar el look de cada figurante. En este caso, se iba controlando el nivel de barro y de sangre que debían de llevar encima conforme avanzaba la batalla. También nos íbamos turnando para estar en monitores y estar pendientes de que no se produjera ningún error que invalidara la toma. Por ejemplo, en un plano en el que se ve a Jon Nieve sobre una montaña de cadáveres, a un extra se le apreciaba una camiseta interior actual con la que se protegía del frío que hacía ese día. Cuando detectas esos pequeños errores es como que te hacen daño en los ojos. Tienes que avisar, pararlo todo y volver a empezar.

Supongo que tras estas experiencias ya tendrá cierta confianza con Kit Harington, actor que da vida a Jon Nieve.

La verdad es que los protagonistas son muy majos y, sobre todo, cercanos. Aunque tienen su caravana en el set y asistentes, Kit Harington hace la misma cola que el resto del equipo en la cola del café. De hecho, en la grabación de la última batalla, coincidimos un día y me empezó a hablar emocionado de un grupo de música que estaba escuchando. Iwan Rheon, que interpreta a Ramsay, es simpatiquísimo y también pude conversar con él. Lo único que te dicen es que no vayas en plan fan pidiendo autógrafos, porque al fin y al cabo son compañeros de trabajo.

Un trabajo que exige preparación física y un vestuario adaptado para cada situación.

Sin duda, los diseñadores cuidan mucho la adaptación de las armaduras o de los vestidos para las necesidades de cada escena. Por ejemplo, las armaduras tienen que ser los suficientemente flexibles para las peleas. En las batallas hay que estar muy pendientes de que estén bien anudadas las botas con tanta carrera y saltos entre caballos. También se tienen en cuenta, de cara a escenas de sexo en la que se desnudan, que los vestidos se los puedan quitar de manera sencilla. Para eso disponen de mecanismos especiales y modernos, que no se aprecian. Elásticos, broches o botones... Antes de una de estas secuencias más subidas de tono, la actriz tiene que poder desvestirse sin problemas pero no puede ir con algo que se le vaya cayendo.

El almacén de vestuario, por lo que cuenta, debe de ser inmenso.

Es brutal. Hay miles de trajes, vestidos y armaduras... Una de las empresas proveedoras más importantes es de Madrid. Al final de la última temporada vino un señor desde nuestro país con un camión a recoger gran parte. Curiosamente, al llegar a Belfast preguntó: «¿Y qué están rodando aquí? ¿Una de guerra?». «Juego de Tronos», le comentaron, a lo que respondió: «Pues ni idea». Se ve que en España todavía hay quien se salva de la fiebre que ha generado esta serie en el mundo.