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FESTIVAL ROBÓTICO

La maquinaria del cine... futura

Una empresa del Parque Tecnológico de la UMH impulsa un certamen de cortometrajes en el que sus participantes utilizan robots ficticios y reales para protagonizar sus producciones

A la izquierda, el robot real con el que trabaja la compañía británica Enginereed Arts. A la derecha, el cartel del filme de Andy Lefton. información

El papel de los robots en el cine es incluso más antiguo que las leyes de la robótica que se sacó de la manga el bioquímico y novelista Isaac Asimov, pero que sirvieron de base tanto para los científicos que juegan a ser dioses generando máquinas cada vez más parecidas al ser humano, como para todos esos directores que se han visto seducidos por esos seres metálicos que provocan ternura y pánico a la vez: Steven Spielberg en «Inteligencia Artificial», George Lucas en «Star Wars» o, por supuesto, Ridley Scott en «Blade Runner».

La empresa ilicitana El Caleidoscopio acaba de crear un certamen de cortometrajes dedicado en exclusiva a cintas que se realizan con robots, tanto ficticios como reales. De hecho, según explica Ricardo Domínguez, director de esta mercantil ubicada en el Parque Tecnológico de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, uno de los aspectos más importantes de su concurso de cine online es su categoría para películas protagonizadas por robots reales. «Es obvio que este tipo de máquinas limitan mucho más la imaginación del realizador pero, a la vez, te permite ver hasta dónde llegan los avances con estos particulares seres tecnológicos. Es, de alguna manera, una forma de divulgación científica en la que alucinas con prototipos que, en ocasiones, te cuesta creer que sean reales y no parte del imaginario de una de esas películas que te dejaban boquiabierto cuando eras un chiquillo», argumenta Domínguez sobre esta primera edición del Robotic Online Short Film Festival (ROS), cuya convocatoria está abierta hasta el 20 de noviembre y en la que ya han conseguido reunir medio centenar de trabajos de diferentes puntos del mundo: Japón, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, España, etcétera. Incluso han recibido el cortometraje de un alicantino motivado por lo que ya podría categorizarse como un género dentro del séptimo arte.

Si realmente existiera una tendencia establecida de cine protagonizado con robots reales, una de sus eminencias, sería, sin duda, Michael Todd, representante de la compañía británica Enginereed Arts, que también participa en ROS con uno de sus cortometrajes.

Uno de sus robots, que recuerda al que amedrentaba a Will Smith en la película «Yo, robot», ha realizado hasta obras de teatro profesionales. «En ese caso no valen las segundas tomas ni los trucos de cámara para mejorar las habilidades. El prototipo tiene que estar a punto en todo momento. La tarea entre bambalinas es gigantesca. Hay que generar una plataforma rápida de control que determine y maneje su comportamiento, y logre que se comunique de una manera casi humana. El sofware, además, tiene que ser capaz de utilizarlo una persona no experta. Lo que buscamos es que el robot actúe de una manera tan auténtica que llegue a provocar cierta incredulidad en el espectador sobre si es o no de verdad. Eso es muchas veces lo que mide si tu creación es realmente buena», detalla a este diario el propio Michael Todd, que de momento no considera que los actores deban temer si en el futuro serán sustituidos por las máquinas.

Sobre esa relación turbulenta entre el hombre y los robots versa «La conciencia dormida», que dirigieron hace algunos meses los miembros de la Oficina de Información Científica de la Universidad Carlos III de Madrid. Todos los años, este equipo de periodistas y expertos en comunicación audiovisual, suele hacer un vídeo de divulgación sobre los avances tecnológicos que se desarrollan en dicha universidad. Sin embargo, el curso pasado, vieron mucho más interesante crear un producto más digerible para cualquier espectador: un cortometraje.

Esa idea les brindaba la oportunidad de convertir en actriz a Maggie, uno de los robots que ha creado el departamento Robotics Lab de esta universidad. «Tiene una forma de muñeco amigable e interactúa con las personas a través de gestos y una pantalla. Su voz, realmente, la generamos nosotros con postproducción pero, en definitiva, el cine, como decían los grandes, es una gran y bella mentira», detallan desde este equipo de comunicadores.

Incluir algunos elementos de ciencia-ficción no evitó que un numeroso equipo de programadores y científicos tuvieran que estar detrás de la cámara para controlar cada movimiento de Maggie. Además de todos los permisos y burocracias que entraña trabajar con un objeto de investigación tecnológica tan valioso.

También contaban con el asesoramiento de Concha Monje, otra científica de Robotics Lab que ya había colaborado en proyectos cinematográficos de más envergadura, como la película «Autómata», de Antonio Banderas. Su misión: indicarle al director hasta qué punto sus androides, en base a los avances y a las líneas de investigación actuales, pueden llegar a ser futuribles.

Quizá esa sea la razón por la que los robots mantienen esa capacidad de seducción. Según el cineasta Alfonso Fulgencio, otro de los participantes en ROS, «porque todos realmente creemos que en algún momento el hombre llegará a generar una inteligencia artificial totalmente autónoma. Es algo como que siempre parece que estamos rozando pero que no acabamos de alcanzar, y eso lo hace tremendamente interesante». Fulgencio presenta, en la categoría de robots de ficción, «A story about robots», una pieza de animación de pocos minutos en la que relata las peripecias de un simpático y diminuto ser mecánico casi de juguete, que le inspiró el muñeco que tenía un amigo suyo en una estantería y que le robó, durante un año, par dar alas a una idea que se le había ocurrido.

«Realmente, no nació como un corto. Más bien quería hacer una secuencia de animación en 3D como currículum audiovisual. Lo colgué en Vimeo y, en poco tiempo, me di cuenta de que el canal lo había seleccionado como uno de sus vídeos de referencia a partir del éxito que había obtenido entre los internautas. Ese robot pequeñito tenía algo que enganchaba», recuerda.

El norteamericano Andy Lefton, que participa con la cinta también de animación «Two Worlds», considera que los seres humanos sentimos cierta empatía por los robots -solo hay que recordar la devoción que han mantenido durante años personajes como R2-D2 o C3P0 de «La Guerra de las Galaxias»- porque nos compadecemos de ellos al ver cómo están deseando tener sentimientos, al igual que las personas. Es decir, nos atrae que tengan esa devoción por el hombre, por parecerse a nosotros.

Al hilo de esta reflexión, la propuesta de la tinerfeña Rut Angielina, con su cortometraje «Roboethics», da una vuelta de tuerca más a toda esta visión del cine con robots. Por lo que dicha realizadora apostó es porque una actriz se metiera en la piel de un androide. «La jugada no era sencilla. Estoy acostumbrada a trabajar con actores, porque he dirigido varias obras de teatro, y fue complicado encontrar el punto exacto para que Cari Hernández, la protagonista, pareciera realmente un robot. Tenía que tener un timbre de voz inocente y cándido, pero a la vez mostrar la frialdad propia de la personalidad de la máquina», indica Angielina, satisfecha porque al final, según ella, lo consiguieron y quizá las 20 selecciones para distintos festivales que han cosechado son prueba de ello.

En el guión ponen sobre la mesa el debate ético que genera el hecho de que un robot ha sido maltratado por una persona. ¿Es realmente justo? ¿Tiene una máquina derecho a que se le trate como a un ser humano? Quizá sean preguntas que en un futuro, no muy lejano, se tenga que hacer la humanidad. De momento, nos conformamos con verlas en la gran pantalla y, como niños, disfrutar de historias robóticas.

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