La afición de Vicente Molina Foix por las salas de cine surgió gracias a los pases gratis que le daban a su padre por ser interventor de la Diputación de Alicante, de los que él sacaba buen provecho. Muchos años después probó a construir él también esas historia y acabó hechizado por «ese algo que tiene el cine» por el que millones de personas sufren, pierden su salud o se arruinan.
Así que una afición «por la gorra»...
(Risas) De broma, le digo a algunos amigos que empecé a escribir crítica de cine de bien joven para seguir entrando gratis. Lo bueno de aquella época es que esas entradas me permitieron, sin ser mayor de edad, colarme en pases que se encontraban dentro de esas clasificaciones morales que imponía la Iglesia y a las que yo no estaba autorizado. Pude ver películas 3R e incluso de la cuarta clasificación, catalogadas como «Gravemente peligrosas». Eso seducía.
Su primer coqueteo con un rodaje fue también bastante gamberro, ya que fue bajo las órdenes de Jesús Franco, padre del cine de serie b.
Es una historia muy divertida. Acababa de terminar segundo de carrera en Madrid y mi plan de verano era pasarlo en la playa, en Alicante. Un amigo, que trabajaba de ayudante de dirección de Jesús Franco, me propuso incorporarme al equipo de rodaje de dos películas que estaba haciendo este cineasta en La Manga. Cuando llegué, me dijeron que mi puesto no era de meritorio sino de único ayudante de dirección. Cuando, años después, yo me puse al frente de una película («Sagitario»), me di cuenta de que este puesto es vital. Y ahí estaba yo, sin experiencia ninguna. Milagrosamente logré sacar el trabajo adelante pasándome las noches en vela para prepararme y dar la talla. Rodamos «Bésame monstruo» y «El caso de las dos bellezas», dos cintas de culto para realizadores como el norteamericano Quentin Tarantino.
¿Qué opina de Cecilia Bartolomé, la otra homenajeada?
Considero que es una directora con mucha calidad, pero con una carrera corta, quizá por los problemas de la época. Es de las pocas mujeres ligadas a una de las mejores generaciones de cineastas que salieron de la Escuela Oficial de Cine, como Víctor Erice o Pedro Olea... Muchos de ellos ya no trabajan. En España hay como una ley que penaliza a los ancianos sabios. Hay como una especie de retiro involuntario que afecta a los mejores nombres. En otros países esto no ocurre. Solo tenemos que ver a Ken Loach, un señor mayor, recogiendo la última Palma de Oro en el Festival de Cannes.
¿Algún nombre de las nuevas generaciones de cinematógrafos alicantinos?
Hay gente buena. Por ejemplo, he visto dos películas de Adán Aliaga que me han parecido estupendas.
