El personal de un hospital se cuenta por cientos, pero siempre hay alguno que llama la atención por algo en especial. Este es el caso de José Antonio Mira, un fisioterapeuta del Hospital General de Elche que no pasa desapercibido cuando camina por los pasillos del centro sanitario por su acompañante, el perro guía JD. José Antonio Mira es invidente desde los seis años, una discapacidad que no le impidió aspirar a su sueño de ser fisioterapeuta, y a ejercer la profesión con bastante normalidad.

«Llevo trabajando como fisioterapeuta 26 años. He trabajado en el Hospital General de Alicante, el centro de salud de Orihuela, y en varios centros de salud de Elche (Carrús, Toscar, Doctor Sapena, Raval...), y, al final, hace dos años, llegué al Hospital General de Elche», explica José Antonio Mira, que destaca que «nunca he tenido problemas para desarrollar mi trabajo, siempre he sido muy bien recibido, y he podido hacer de todo». En los centros de salud José Antonio empleaba todas las técnicas que se llevan a cabo en los servicios de rehabilitación, mientras que ahora, en el hospital, se encarga de atender a pacientes con traumatología en la parte superior del cuerpo.

La presencia de su perro guía, JD, en la sala no entorpece, en absoluto, el trabajo del fisioterapeuta. JD tiene su rincón, con cama incluida, y allí permanece mientras su dueño atiende a los pacientes, despertando la sonrisa y ternura de los todos los que pasan por allí.

José Antonio indica que «tengo perro guía desde hace ocho años, y reconozco que la vida me cambió por completo. Los perros guías son nuestros ojos, y nos permite movernos con más seguridad, no más rápidos, pero sí más seguros». El fisioterapeuta destaca que «antes me movía yo sólo por la calle, pero siempre hay barreras arquitectónicas, que el perro guía esquiva». Ahora, reconoce, que «donde no aceptan a mi perro, tampoco me aceptan a mí».

La historia de José Antonio Mira es una de superación personal. Vivía en Onil, pero al quedarse ciego, por un sarampión, cuando tenía seis años, su vida cambió. «Pasé a estudiar en un colegio de la ONCE en Madrid, donde estuve muy bien», explica José Antonio, que admite que «la parte más dura llegó cuando tuve que estudiar COU, ya que me tuve que ir a un instituto convencional. La Universidad también fue dura».

El invidente asegura que «a nosotros siempre nos cuesta todo un poco más, pero confieso que los profesores me prepararon muy bien, y mucho, para salir bien preparado». Y es que José Antonio destaca que «nosotros siempre tenemos que rendir al 100%, porque la integración es complicada y dura. A mucha gente le choca llegar y ver que le va a atender una persona ciega, y eso nos obliga a esforzarnos más».

No obstante, José Antonio se siente agradecido por la complicidad y el respeto que siempre ha encontrado en sus compañeros de trabajo y sus pacientes. «He tenido la suerte de tener buenos compañeros, y a pacientes que te valoran», añade.

Entre las anécdotas que ha vivido en el trabajo Mira relata que «una vez tuve que atender a una mujer que era sorda, y como me costaba indicarle que se trasladase a una camilla, acabé moviendo los brazos y le di un golpe, sin querer, a otro paciente que pasaba en ese momento por la sala. No me lo tuvo en cuenta».

La mujer de José Antonio también es invidente, y juntos han tenido a dos hijos que han seguido los pasos del padre, y que están a punto de obtener la titulación de fisioterapeuta. «Hace unos años tuve una clínica y la cerré, quizás ahora abra otra, con la ayuda de mis hijos», confiesa José Antonio.