Un barrio con 750 años de vida y con una historia que atrapa. El Raval El Raval atesora una personalidad inconfundible entre sus calles y su ambiente. Este escenario de la ciudad ha sido testigo de momentos únicos para la memoria histórica, desde el asentamiento árabe, su independencia como pueblo, la vorágine del movimiento obrero, hasta convertirse en una incubadora de arte y en un lugar donde sus vecinos quieren poner en valor su legado.

Así, siete siglos y medio después, esa herencia que dejó la antigua morería de El Raval se conserva en parte de las arterias de este barrio con edificaciones de poca altura, que tuvo una mezquita bajo la actual iglesia y con unas calles que desembocan en la rambla. «Desde 1265 los musulmanes habitaron en la zona con sus costumbres y sus tradiciones, hasta 1526, fecha en la que se produce el bautismo forzado de los moriscos y su lugar de culto se consagra como la parroquia de San Juan», relata el historiador Joan Castaño.

Sin embargo, la presencia árabe se dio por terminada años después y en 1609 se produjo la expulsión de los musulmanes reconvertidos al cristianismo. Un antes y un después que acabó con un Raval transformado en un pueblo independiente de la villa ilicitana, en manos del Señor de Elche, que repobló el lugar con otras familias.

La autonomía de este feudo llegó a tal punto, que la zona tenía su propio Ayuntamiento, situado en lo que ahora es el Museo Contemporáneo de Elche. «Fue un momento determinante para el Raval, el Consistorio producía muchísima documentación, tenía actas de impuestos, la contabilidad de la gente más pobre, los libros de cómo se repartían las tierras... Había una gran rivalidad con la villa por los derechos señoriales», señala Carmina Verdú, archivera municipal. Y es que, todos esos documentos forman parte de la riqueza que aguarda el archivo municipal de Elche, como memoria de la ciudad. «El Raval tuvo una gran peculiaridad todavía por descubrir, ya que no se ha investigado demasiado», reconoce Verdú.

De esta forma, en 1812, los señoríos desaparecieron y el Raval acabó fundiéndose con la ciudad ilicitana, hasta que en el siglo XX se convertía en la sede del movimiento obrero, acogiendo a las clases más humildes de la ciudad dedicadas a la industria alpargatera, tal y como recuerda Miguel Ors, historiador y director de la Cátedra Pedro Ibarra.

Esta época también estuvo marcada por un trágico acontecimiento, que marcó la memoria del barrio: El hundimiento de la plaza de El Raval, el 14 de mayo de 1955, con cuatro fallecidos. Aquel fatídico sábado, de hace 61 años, la tierra se tragó la plaza y a seis jóvenes deportistas que quedaron sepultados en un refugio construido durante la Guerra Civil.

Tras todos esos avatares del tiempo, El Raval se alza, hoy día, como uno de los barrios con más personalidad de la ciudad, donde el arte fluye por sus diferentes rincones.

Conmemoración

La efemérides ha movilizado a la asociación de vecinos del barrio, que ha preparado toda una programación para dar a conocer su historia y revitalizar la zona. Entre las actividades, destaca la exposición «Moriscos del sud valencià. Memòria d'un poble oblidat (1609-2009)», visible hasta el 5 de junio en el Centro Social de El Raval. También habrá una muestra de dibujos sobre el barrio y un encuentro de Cuadernos Viajeros, previsto para el 4 de junio. Una conferencia a cargo de la archivera municipal, el 19 de mayo, acercará al público los documentos de la Universidad del Raval. Asimismo, hasta octubre habrá exposiciones de arquitectura, talleres de danza, conciertos, charlas y actuaciones en torno a los 750 años del barrio.