Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fernando Salinas: «Todos tenemos dentro una cajita de miedos, la mía se me abrió de golpe»

Trabajando sus temores, Fernando ha vuelto a conducir. sergio ferrández

Consigue contar una etapa oscura y dramática de una forma tan natural que asombra. Ha sido duro, lo sigue siendo, y lo llevará consigo para siempre, pero Fernando Salinas desprende una sabiduría a sus 22 años que resulta cuanto menos alentadora. Superar la agorafobia (el miedo a encontrarse en situaciones en las que no se pueda conseguir ayuda) le llevó a quedarse escondido en casa, recluido cada vez más en sí mismo. Con el paso de tres años y tratamiento psicológico, ha vuelto a conducir, enseña a niños y estudia para ser entrenador profesional de fútbol.

¿Cómo comenzaron a desarrollarse sus miedos?

Un día sin más tuve un ataque de ansiedad. No sabía lo que era y me asusté mucho. ¡Creía que me iba al otro barrio con 18 años! Fui al centro de salud corriendo y me dijeron que era ansiedad, me dieron una pastilla y a dormir. Pero al día siguiente me levanté con mucho miedo, preguntándome «por qué me ha pasado esto», con pánico a que se pudiera repetir o fuera algo peor... Creo que todos tenemos dentro una cajita de miedos, a mí se me abrió y me empezaron a salir todos de golpe. Ese día empecé a tomar precauciones, una vigilancia constante sobre mí, y llega la agorafobia. Comienzas a medir todo, a dejar de hacer cosas que te gustan por miedo a que te pase algo...

¿Estaba por entonces estudiando, haciendo vida normal?

Había terminado Bachiller y justo empezaba mi primer trabajo en un supermercado, con muchísima gente. No podía aguantarlo, por la ansiedad que me provocaba estar allí. Y entonces empiezas a encerrarte en ti mismo, a quedarte en casa, a salir lo menos posible... Era miedo a todo y a nada. A coger el coche y tener un accidente; a ir a un centro comercial y quedarme atrapado... La cabeza me daba mil vueltas y se dispara la hipocondría. Me dolía el pecho, y «¡ya está!, estoy teniendo un infarto». Me tocaba ir al médico corriendo, seis días de cada siete, salía de allí cabreado porque yo me estaba muriendo y me decían que no tenía nada. Mi ilusión era que me dejaran ingresado en el hospital, habría sido feliz estando allí las 24 horas, porque allí había personal sanitario. En mi casa echaba mano de lo que no debí: internet. Buscas un síntoma y tienes cáncer y te quedan dos semanas de vida.

¿Cómo le hace sentir hablar de eso? ¿Se reconoce a sí mismo?

Me reconozco porque lo he vivido y quedan secuelas. Ahora estudio y entreno a equipos de fútbol, pero la semana pasada tuvimos un viaje y estaba aterrado. No es como antes, que lo evitaba, ahora tiro para adelante y refuerzo lo positivo.

¿Qué pasos dio para comenzar a cambiar la situación?

Para mí ahora es muy sencillo ir a un centro comercial, pero tuve que comenzar por ir lunes a las diez de la mañana. Para ir con mi novia a cenar tenía que ser en una mesa al lado de la puerta, ahora no me importa que me pongan en un rincón. En clase, el primer día te agobias y ni entras. El siguiente, le cuentas al profesor que a lo mejor te sales a mitad, luego aguantas dos horas... Y, al final, el día entero.

¿Encontró comprensión en la gente del entorno?

La gente ridiculiza muchísimo los miedos de los demás. Si me hubieran dado un euro cada vez que la gente me dijo «no pienses en eso» sería millonario. ¿Creen que lo hacía por gusto? No comía, no vivía, lloraba... perdí 20 kilos. Nunca he pensado en suicidarme, porque mi mayor miedo era precisamente morirme, pero sí que prefería descansar en paz que vivir en pena. Llegas a no creer en ti, pierdes la autoestima, no te valoras ni te cuidas.

¿Y ahora cómo lo gestiona?

Todos tenemos nuestros bajones, pero las personas que somos así tendemos a aumentarlos. En una situación como la del viaje, yo tengo que pasar una semana mentalizándome, preparándome vías de escape, qué posibilidades tengo de afrontar cada situación... Preparo un botiquín para todo, pero todo el mundo lo hace. Solo que nosotros más conscientemente. Todo el mundo se lleva su ibuprofeno, yo las pastillas de la ansiedad porque es lo que estoy viviendo. Otros, a lo mejor, las de la tensión.

¿Le parece que su experiencia le ha hecho más fuerte?

Sí, por supuesto. He aprendido a valorar lo que es importante. Relativizo muchas cosas, aunque las que de verdad son para mí importantes me afectan mucho. Por ejemplo, que a uno de mis niños no le salga lo que estamos trabajando.

¿Su trabajo como entrenador le permitió romper los miedos?

El fútbol es mi debilidad, siempre me ha gustado. Pero claro, estás en tu casa encerrado con agorafobia, con ansiedad... Te plantean ponerte con 15 niños en la ciudad deportiva y piensas, «si no salgo de mi casa ni a por el pan, ¿cómo me voy a meter ahí?». El primer año estuve de ayudante, y al siguiente perfecto. Doy clase a niños de 4 y 5 años, de 8 y 9, y de 12 y 13. Estoy muy agradecido al club Elche Dream.

¿Cree que este tema le han perjudicado en su expectativas?

En el momento sí que lo pensé. He tenido que dejar un trabajo en un bar porque era incapaz de estar expuesto a la gente. Pero ahora no pienso que haya tirado el tiempo. Quizás en un año y medio habría podido sacar un título más, pero he crecido como persona y eso es más grande que un título. Tengo 22 años, muchísimo tiempo para formarme. Yo necesito una semana para mentalizarme de un viaje y me da rabia e impotencia ver la facilidad que tienen otros, es una carga para toda la vida, pero tenemos que hacernos a la idea y seguir adelante. Porque si en tres años he conseguido esta evolución, ¿qué no voy a hacer en otros tres? A ver si al final esto acaba en algo para echarnos unas risas.

¿Algún consejo para quien esté pasando algo parecido?

Lo primero, prohibido buscar en internet. Parece una tontería, pero no lo hagas. Segundo, ponerte en manos de un profesional, porque por muy fuertes que queramos ser, a veces necesitamos un empujón. Y no dejar de hacer las cosas que te gustan, hay que afrontar los problemas, porque nos vamos a morir igual metidos en casa que viviendo la vida. Cuando estás dentro, si no hay nadie que te haga ese «clic» en la cabeza, todo es oscuro. Necesitas que te indiquen un poco por dónde está la luz. Para todos es bueno de vez en cuando ponernos en manos de un profesional. Mi idea es seguir yendo a mi psicóloga, Leticia Baeza, que es increíble. Hay mil cosas en las que me puede ayudar.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats