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El ilicitano preso en Panamá ingresa en Soto del Real para cumplir su pena

La familia consigue su traslado a España después de tres años en la prisión de La Joya

Imágenes tomadas por Raúl Gil en la cárcel panameña de La Joya, en la que ha pasado 3 años. información

El ilicitano Raúl Gil Molina lleva una semana en España, en la cárcel madrileña de Soto del Real. Llegó en chanclas y pantalón corto, llevando consigo su pasaporte como único equipaje, y los grilletes como recordatorio de que no viene como un hombre libre. Seis años y ocho meses fueron la condena impuesta en 2013 por un juez en Panamá, por un delito de tráfico de drogas del que se confesó autor arrepentido desde el primer momento. Fue por esa confesión que la pena se quedó en 80 meses en vez de los diez años que iban a imponerle. Habiendo cumplido la mitad de su pena, su familia estaba desesperada por conseguir que se le trasladara a España para acabar de cumplir aquí la deuda que tiene con la justicia, y para conseguirlo acudieron a los medios de comunicación y al alcalde, que en nombre del Ayuntamiento pidió al Gobierno que intercediera por él. «Ha llegado muy delgado, ha perdido 30 kilos, tiene canas... Pero está contento; estamos muy contentos», dice su hermana, Vanesa Gil, que pudo verle por primera vez desde hace tres años a través de un cristal.

El ilicitano ha estado preso en La Joya y ha pasado también por La Mega Joya, y en ambas ha visto de cerca la miseria. «Está sorprendido porque desde que ha llegado nos cuenta que le dejan repetir de comida, que se preocupan por su salud, que le preguntan cómo se encuentra», cuenta Vanesa. «Mi hermano ni se acordaba de los nombres de algunas comidas, está en la enfermería con mascarillas, le están haciendo pruebas, pero sobre todo por protocolo, porque al venir de otro país tienen que mirar bien que no tenga ninguna enfermedad».

En Panamá las condiciones de falta de higiene, de asistencia sanitaria y de comida (además del abuso de presos con más antigüedad) le han puesto en peligro en varias ocasiones. Una picadura de una araña de la que no le atendieron hasta pasadas dos semanas estuvo a punto de dejarle secuelas de importancia; una huelga de hambre huelga de hambre y aparecer en medios de comunicación denunciando la corrupción del sistema le pusieron en el punto de mira. Hacinamiento, falta de limpieza, carencias, abusos, impuestos que se veía obligado a pagar a otros reos... Son algunas de las vivencias que se trae de vuelta y que le han llevado a decirle a su familia que la cárcel en España le parece, visto aquello, «un hotel de cinco estrellas». Ha cumplido tres años de prisión y dentro de uno y medio alcanzará dos tercios de la pena, lo que le acercará a la libertad. Su hermana confía en que ahora puedan trasladarle más cerca de Elche y que en cuestión de diez meses o un año pueda disfrutar de algún permiso.

«Se siente bien tratado», cuenta ella. «Nos ha contado que en el avión pudo comprar tabaco, que allí le costaba cinco euros un cigarro... Que aquí el dinero que le enviamos le llega íntegro, mientras que para hacérselo llegar a Panamá le teníamos que hacer transferencias a cuentas de otros presos, a los que llamaban custodios, que se quedaban con una cuota de cinco euros y con el 10% del dinero», exponen. Y es que «allí todo es un negocio». Los dos últimos meses los pasó en La Mega Joya, donde no encontró forma de comprar cosas y pasó más hambre aún, cuenta su hermana, porque eran tantos presos que la comida se acababa. Con 37 años, 60 kilos y peinando algunas canas, ha vuelto a pisar su país con nada en los bolsillos pero la lección bien aprendida, y ganas de reconducir su vida.

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