La devoción y el recogimiento convirtieron las calles de Elche en un auténtico río de gente durante la noche del Jueves Santo. Los ilicitanos pasaban perfectamente por gotas de agua que se concentraban en el entorno de la parroquia de San José, que a medianoche se convirtió en el epicentro de la Semana Santa ilicitana. Las personas que participaron en la procesión del Cristo de Zalamea se contaban por decenas de miles.

«El Cristet», la talla de pequeñas dimensiones, que la cofradía data en el siglo XVI, partió desde la parroquia de San José siguiendo el camino que marcaron miles y miles de personas, en una de las procesiones más multitudinarias de la Semana Santa. Tras recorrer varias calles del centro de la ciudad, estaba previsto que regresase a la iglesia de San José pasadas las dos de la madrugada.

Los fieles portaban velas para alumbrar al «Cristet» en una procesión marcada por un carácter sobrio y de recogimiento. Y es que la humildad es la idea central de una procesión que, año tras año, no deja de sorprender a los turistas que se acercan a conocer una de las procesiones con más arraigo de la Semana Santa de Elche.

La primera de la tarde

La procesión del Cristo de Zalamea era la que ponía el punto y final a la jornada del Jueves Santo ilicitano. Ya en la madrugada de Viernes Santo tenía previsto salir el Cristo del Amor y el via crucis de la Reconciliación. La Cofradía de la Santísima Sangre de Cristo, Nuestra Señora de las Angustias y María Santísima de la Salud fue la encargada de abrir las procesiones en la tarde del jueves. Esta procesión inició su estación de penitencia desde la basílica de Santa María, donde se concentraron los primeros fieles de la jornada, que se encontraron con una novedad.

La entidad estrenó nuevos grabados en el paso de misterio del Cristo, que ha realizado el orfebre sevillano Francisco Verdugo. El trono presentó un frontal totalmente nuevo, mientras que los laterales y la zona trasera se irán tallando durante los próximo años.

El momento más emotivo que protagonizó la cofradía del barrio de San Antón fue el del encuentro entre sus dos tronos, el del Cristo de la Sangre y el de la Virgen de la Salud en la Plaça de Baix, que despertó las primeras emociones del Jueves Santo, donde se puso a prueba la fortaleza de las costaleros de la Virgen durante el saludo que realizaron al paso del Cristo de la Sangre.

Este ha sido el segundo año del nuevo recorrido de esta procesión, que finalizó en la iglesia de San Antón, desde donde salía anteriormente. La entidad apostó por este cambio para incentivar la participación de sus cofrades en la estación de penitencia.

Tras el primer encuentro de la jornada, la Plaça de Baix recibió a la Cofradía de la Oración en el Huerto, en la que, una vez más, destacó la presencia de una gran palmera, de más de 500 kilos, en el paso, como homenaje al gremio de los palmereros. Además, el paso del Huerto también presentó varios tordos en la palmera, como viene siendo habitual.

Esta procesión inició su estación de penitencia desde el Huerto de la Rinconá, arropada por los cofrades que repartían caramelos durante el recorrido, que finalizó en la basílica de Santa María.

Desde El Salvador salió sobre las 20 horas la Procesión de la Paz. Los fieles volvieron a congregarse para seguir, con emoción, la salida de dos pasos característicos de la noche del Jueves Santo ilicitano. Tras pasar por varias calles del centro, y detenerse en la del Carmen, donde esperaban los saeteros para cantar a las imágenes, la procesión llegó a la Plaça de Baix, donde se produjo uno de los momentos más sobrecogedores de la Semana Santa.

Un año más, los costaleros de María Santísima de la Esperanza demostraron su buen hacer protagonizando una entrada muy ágil en la plaza, entre una lluvia de pétalos, que dejó a todo el público asombrado y sobrecogido. Así daba comienzo el encuentro de la Paz entre la Esperanza y el Santísimo Cristo de la Fe, que volvió a presentar un mar lleno de flores blancas.

Otra Virgen muy venerada de la Semana Santa ilicitana es María Santísima de la Caridad que ayer inició su procesión desde la iglesia de San Juan Bautista. La Hermandad de María Santísima de la Caridad ha cumplido este año su veinte aniversario, y lo ha celebrado con el estreno de un faldón bordado para el palio. Además, la entidad también ha encargado este año, gracias a las donaciones, la elaboración de unas nuevas sayas para la Virgen.

La imagen de la Caridad, llevada por costaleros, llegó a la Plaça de Baix sobre las 23 horas, donde ayer se concentraron miles de personas que desafiaron al frío de la noche para contemplar el paso de las seis cofradías y hermandades que salieron a la calle.

Y justo a la misma hora que la Caridad pasaba por la Plaça de Baix se abrían las puertas de la basílica de Santa María para que saliese una de las procesiones más sobrias de la Semana Santa ilicitana, la Procesión del Silencio. La Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia repartió 10.000 velas entre los fieles que participaron en un cortejo que sobrecoge en la noche del Jueves Santo.

Y es que estas velas fueron la única iluminación que había en las calles al paso de la Procesión del Silencio, un silencio que sólo rompía el sonido de los bastones de los pilares del trono del Cristo de la Misericordia.

Detalle

La pintora Inés Serna Orts hizo entrega durante el Jueves Santo de una pintura del Cristo de Zalamea a la cofradía del «Cristet» durante el almuerzo que la entidad ofreció por la mañana.