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DELINCUENTES ECONÓMICOS EN LA RED

El «cibercrimen» se dispara

Los fraudes que se comenten a través de internet para sacarnos el dinero tienen cada vez más nombres y más víctimas

Policía Nacional y Guardia Civil avisan de que lo datos bancarios o de tarjetas son fácilmente convertibles en dinero utilizando internet. antonio amorós

La esperanza de aprovecharse de un chollo y de precios nunca vistos, un correo respondiendo al bancocorreo banco para que no nos bloquee la cuenta, la ilusión de haber encontrado una pareja a través de redes sociales que necesita que le paguemos un billete para venir a España... Son todo ganchos que los «ciberdelincuentes» sueltan en la red para intentar pescar incautos que caigan en la trampa. Los delitos con fines económicos cometidos a través de internet son cada vez más frecuentes y llegan por todas las vías, hasta el punto de que el 6,6% de la población ha sufrido alguna vez «ciberestafas», según una investigación a nivel nacional del Centro Crímina de la Universidad Miguel Hernández de Elche, cuyos investigadores Fernando Miró y Teresa Díez subrayan que la «cifra negra» de hechos que no se llegan nunca a denunciar es muy alta, bien sea porque que el perjudicado valora que el importe es muy bajo, porque piensa que no se esclarecerán o incluso por vergüenza social. Sin embargo, todos sumados, los pequeños engaños a nivel mundial arrojan cifras millonarias, muy superiores a las de los grandes ciberfraudes. El «phishing» pretende mediante ingeniería informática o mediante engaños obtener las claves bancarias o de tarjetas de crédito del incauto; el «scam» busca engañarle con una historia al estilo de las «cartas nigerianas» para que envíe el dinero haciéndole creer una escena que realmente no existe... «Auction fraud» es el nombre que mejor encaja con lo que hacían 13 personas detenidas hace escasos diez días en la provincia (la mayoría en Elche), acusadas de tender todo un entramado de páginas web clonadas y falsas para poner a la venta productos de todo tipo con la única característica común de que no existían, y con la intención de engañar a compradores que enviaban el dinero y nunca recibían el producto. Cuando daban sus datos, las víctimas incluso se encontraban con que su identidad era suplantada para abrir cuentas o llevar a cabo otros fraudes.

La Guardia Civil imputa a esta organización al menos 200 denuncias de afectados por toda España, aunque investiga su relación con otras 300, según concretan desde la Comandancia de Alicante, que también les atribuye la oferta de falsos alquileres o cobros por giros postales que, falsificando su documentación, anulaban para sacar el dinero.

Empresas de paquetería ficticias completaban el «holding» del cual se servían para dar apariencia a la trampa, aderezadas con cuentas bancarias abiertas con identidades falsas para sacar el dinero en los cajeros.

Y es que una de las características de internet es que con poca inversión se monta un escenario en el que pueden caer muchas víctimas. Otra es que el dinero es difícil de convertir en líquido, por lo que para sacarlo del banco los delincuentes suelen hacer muchas compras que después puedan revender o contratar a «muleros» que lo saquen por ellos, a veces también con engaños. Y son esos cómplices quienes están siendo más frecuentemente condenados por blanqueo de capitales o como cooperadores de fraude informático, tal y como señalan desde el Centro Crímina.

Desde la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales (UDEF) del Cuerpo Nacional de Policía de Alicante confirman que los delitos tecnológicos comportan varios inconvenientes, desde la identificación de los culpables a las cuestiones de competencia y jurisdicción de los juzgados, puesto que los delincuentes pueden estar a miles de kilómetros de sus víctimas.

Los delitos aumentan de forma natural, al mismo tiempo que crece el uso de internet y de transacciones online. Solo la Guardia Civil ha recibido en 2015 más de 600 denuncias por estafas en internet, a las que hay que sumar las que se presentan en las comisarías o en los juzgados. Suplantación de identidad, robo de datos bancarios, usurpación de tarjetas de crédito, interceptación de contraseñas... Son algunas de las múltiples caras de un mismo problema, inciden desde el Instituto Armado, al que se suma que muchos no denuncian y que otros casos se clasifican por separado en las estadísticas. De ahí que las cifras sean difíciles de comparar de un año para otro. La identificación de los culpables es algo más compleja, aunque la Guardia Civil esclareció más de 150 de esos 600 casos el año pasado.

Sospechar de los chollos e intentar contrastar información en otros foros y hacer búsquedas sobre las empresas antes de comprar son algunos de los consejos que puede dar la UDEF para evitar estos casos, y tener en mente que dar los datos de una tarjeta de crédito equivale a dinero líquido. El sentido común es a veces la única protección, exponen los investigadores de Crímina, además de optar por formas de pago seguras y aseguradas.

El fiscal delegado de delitos informáticos de la provincia, Ramón Siles, expone que efectivamente cada vez se reciben más casos en los juzgados. Poner productos falsos en venta es la versión más frecuente, mientras que «la averiguación y persecución del delito son más difíciles, unido a que la cosa se complica mucho más si están en el extranjero». Si además la estafa no supera los 400 euros el delito es leve y la pena mínima. Los asuntos se van convirtiendo en «pequeñas macrocausas» que van engordando con más denuncias, para cuya instrucción hay diversidad de criterios en lo que se refiere a la competencia: el lugar de comisión, el lugar de residencia de la víctima, o el que recibe la primera denuncia... con las consiguientes molestias además para las víctimas, que tienen que personarse en juzgados alejados de sus casas.

Los delincuentes se esconden en otros países, los servidores desde los cuales traman los delitos se alojan en el extranjero y se acogen a leyes distintas o directamente no se les localiza. El Juzgado de Instrucción 2 de Elche recibió hace una semanas la denuncia de un hombre que creyó haber ligado por «Facebook», practicó sexo a distancia con una mujer... y se encontró extorsionado a los pocos días: le había grabado y le exigía que ingresara 300 euros en una cuenta para no hacer públicas las imágenes. Pagó, y a los pocos días le pidió 600. Pagó, y a los pocos días le pidió 3.000. La cuenta está en Costa de Marfil. El procedimiento que inició el juzgado quedó en sobreseimiento provisional por falta de autor conocido. Es un ejemplo más de tantas y tantas redes tendidas en la red para conseguir que los incautos piquen.

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