«Si las personas pueden bailar juntas, también pueden convivir juntas». Bajo esta premisa los efectos de la iniciativa pionera que une danza y educación, y que dio pie al documental «Five days to dance», siguen amplificándose y llegando a nuevos rincones, en este caso también en Elche.
La vinculación de este proyecto con Elche -el trabajo audiovisual está codirigido por el ilicitano Pepe Andreu y el castellonense Rafa Molés- vuelve a ser más intensa si cabe al recalar por fin en el municipio ilicitano esta estimulante propuesta.
Los coreógrafos Wilfred Van Poppel y Amaya Lubeigt dirigen a alumnos a los que les proponen aprenderse una coreografía y bailarla en cinco días intensos en los que son sometidos a una dura, pero estimulante disciplina. De este modo, rompen con su rutina y adoptan nuevos roles, al tener que utilizar la danza para expresarse. Esta experiencia, que ya se ha puesto en marcha en Alemania y Holanda, recala ahora en Elche.
Así, a lo largo de toda esta semana, cerca de 130 alumnos del Instituto Cayetano Sempere de Elche han cambiado sus habituales clases en el aula por unas sesiones de danza y expresión corporal en el gimnasio. Adiós por unas horas a los libros y bienvenidos al arte para la mente y el cuerpo.
Los adolescentes se encuentran ensayando una coreografía que no es más que una excusa para que progresen en sus habilidades de convivencia, relacionándose entre sí, respetando al prójimo y trabajando la comunicación con el resto de componentes de la sociedad. De todo esto, muchos no se dan cuenta, creen que simplemente que están preparando un baile, una danza para una representación el próximo viernes ante sus padres.
Pero en el fondo se hallan inmersos trabajando valores. Cuando culminen esta experiencia artística, habrán asimilado casi subliminalmente una disciplina que les permitirá llegar a otro punto de su incipiente madurez.
«Lo que se busca también es que a través de la danza haya un clima adecuado en el aula», explica Carlos Sánchez, director del instituto, el cual recuerda que los estudiantes inmersos en este programa son de tercero de la ESO y tienen entre 14 y 15 años, es decir, auténticos conglomerados de hormonas a los que hay que saber darles las herramientas adecuadas y aportarles los referentes convenientes para su futuro.
De entrada, el coreógrafo utiliza un tono de voz bajo. Empieza a hablar y se genera un silencio en el gimnasio que impacta. Este es un primer contraste frente al griterío y la energía arrolladora que acompaña a los adolescentes.
Pero la danza se utiliza asimismo en este caso para mejorar la propia educación de los alumnos y hacerles partícipes de su responsabilidad como ciudadanos.
En este sentido, esta experiencia, englobada a su vez en el proyecto de Innovación Educativa Plan Verde del propio Instituto Cayetano Sempere, entronca con el reciclaje.
En la experiencia de danza en la que están participando los jóvenes, esa responsabilidad social, de respeto al prójimo y de formar parte de una ciudadanía, se sustancia en un tema concreto: en el reciclaje, una labor de todos y toda una declaración de intenciones que se plasma con los movimientos, las posturas manieristas, la coordinación de brazos, torso y piernas, por separado o en conjunto.
«Esta actividad tiene como objetivo contribuir a la promoción de la cohesión social, el éxito educativo y la concienciación sobre un gran problema de la humanidad como es el medio ambiente», añade el director, quien se muestra gratamente sorprendido por los primeros resultados que está observando. Los alumnos trabajan tanto conjuntamente como por grupos de unos treinta integrantes, y siempre bajo la inquieta mirada de sus profesores en el gimnasio.
La iniciativa, pionera en Elche, también va a tener su traslado a los propios docentes de toda la provincia, que ayer, hoy y el viernes, también reciben un curso similar en el Centro de Formación, Innovación y Recursos Educativos (Cefire) de Alicante.
