El conductor acusado de causar un accidente de tráfico en el que falleció en 2011 un joven motorista de 30 años negó ayer en el juicio que tuviese la culpa, que se saltase un semáforo en rojo y que hubiese ingerido alcohol. El conductor del turismo dio positivo en el control de alcoholemia, aunque una tasa que no se considera delito (0,34 y 0,35 gr/l de aire espirado) y lo explicó asegurando que se había enjuagado la boca con whisky para calmar un dolor de muelas, pero asegurando que no se encontraba bajo los efectos del alcohol. De hecho, aseguró que estaba buscando una farmacia después de salir del hospital, en el que le habían suministrado y prescrito medicamentos por la misma dolencia. El accidente se produjo sobre las cuatro de la madrugada del domingo 4 de diciembre de 2011, cuando el coche circulaba por la avenida de la Libertad y el motorista se incorporaba desde Vicente Blasco Ibáñez.

El joven falleció prácticamente en el acto y, según los testigos, inició la marcha a una velocidad normal tras ponerse su semáforo en verde. El conductor del coche se mostró ayer hundido, aseguró que pedía perdón a la familia, pero que «yo no le maté, yo no me salté el semáforo, me acuerdo muy bien, lo siento mucho por su familia, estoy sufriendo cinco años».

Numerosos testigos presenciales, el médico que le atendió aquella noche y agentes de Policía Local que instruyeron el atestado, así como un guardia civil que se dirigió a él inicialmente y le acompañó de vuelta al lugar del accidente, declararon ayer ante el Juzgado del lo Penal 3 de Elche. Tras escuchar lo que pudieron aportar -en una sala repleta de familiares y allegados del fallecido que siguieron la sesión-, el fiscal solicitó una pena de tres años de prisión por un delito de homicidio imprudente y prohibición de conducir vehículos a motor durante 50 meses. La acusación particular pidió que se añadan cuatro años más de prisión por otro delito, el de omisión del deber de socorro, al entender probado que el conductor aceleró para marcharse sin detenerse a comprobar cómo estaba el joven y que si no pudo huir fue solo porque el coche, a causa del accidente, dejó de funcionar. La Fiscalía entiende que no concurre ese delito, puesto que otras personas auxiliaron al joven y su fallecimiento fue prácticamente inmediato por el traumatismo en la cabeza contra la luna del coche y contra el asfalto. El acusado, por su parte, asegura que no pudo controlar el coche, pero que no pretendía darse a la fuga, y que no pudo reaccionar cuando le vio en el suelo y le dijeron que había muerto.

El atestado policial refleja que el coche circulaba a unos 67 kilómetros por hora en una vía restringida a 50. La defensa, en cualquier caso, considera que la pena que se ha de imponer es la de un falta de imprudencia leve (una multa de un mes por cuatro euros diarios y privación del derecho a conducir durante tres meses). Lo argumenta en que, aunque las consecuencias fueron funestas, el hecho en sí no es una imprudencia de carácter grave puesto que tampoco ha quedado probado que condujera bajo los efectos del alcohol, ya que debido a que la tasa no alcanzaba 0,40 -la Policía Local no tramitó una certificación de ingesta de alcohol- y, de no haber derivado en un fallecimiento, no habría sido más que una actuación administrativa. En todo caso, de ser condenado por un delito mayor, que se aplique la atenuante de dilaciones indebidas.

Flores frescas

El joven fallecido había nacido en 1981 y vivía con sus padres. Era informático, practicaba karate y bailes de salón, y era miembro del grupo amateur de teatro «Garou», con el que iba a estrenar en las semanas siguientes a su muerte una obra. Desde que ocurrió el accidente, una señal en el cruce donde ocurrió le recuerda sirviendo de soporte para flores frescas que llevan en su memoria sus seres queridos. Ayer mismo un ramo y una fotografía daban testimonio del dolor por su pérdida.