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El Raval, incubadora de arte

La asentada cultura alternativa del barrio ilicitano sobrevive en continua reinvención con novedosas expresiones de improvisación teatral

Música en directo en uno de los bares que habitualmente acoge espontáneas «Jam Sessions». información

Un tipo disfrazado de payaso involucra al espectador en un juego emocional. Otra interpretación con las propuestas del público como guion sucede varios callejones más allá. Sobre el escenario en que el día anterior un grupo de músicos desconocidos entre sí mezclaba voces e instrumentos. El ocio alternativo es, desde hace tiempo, mucho más que una alternativa al ocio en Elche. El paradigma es el barrio de El Raval, histórico cobijo de toda inspiración artística en la ciudad y que, como la imaginación de los genios que habitan sus salas, sobrevive en constante regeneración. Fórmulas convencionales como los conciertos en vivo, las proyecciones de cine, los monólogos, los talleres de toda tipología o las exposiciones plásticas sostienen el alma multicultural de la originaria morería aderezadas ahora por la creatividad más pura: la improvisación.

«Allí es donde se genera todo, porque hay mucha gente dispuesta a participar y a dar forma a las buenas ideas», apunta José Juan Díaz, uno de los impulsores junto a la compañía MeClowncho de una de ellas, el fenómeno «clown» -payaso, en inglés-. Una variante teatral con un contenido mucho más profundo que su simpático continente. Un alarde de sensibilidad y comunicación mediante distintos perfiles de personajes. O como precisa Díaz: «Un camino hacia una visión interna, una conexión directa con las emociones propias y del público, no es simple animación».

Tiene mucho de esa improvisación tan laxa artísticamente que El Raval ha recogido en su oferta cultural presentada en multitud de formas. En los espectáculos de «impro», así la llaman los que saben, los asistentes ordenan y los actores ejecutan desde hilarantes a dramáticas representaciones. Y la incógnita del resultado seduce. «El día que empezamos, reventamos», recuerda José Joaquín Pérez, propietario de La Cuna, uno de esos bares con una apuesta temática diferente, y que no nace únicamente de una cuestión de gusto: la creciente respuesta lo hace rentable. «Ahora recojo los frutos, pero echo de menos un circuito en toda la ciudad», confiesa. De hecho, el interés lleva en muchos casos al oyente a probar frente al micrófono y una buena oportunidad es la iniciativa «Full Moon». Cada luna llena, la sede de MeClowncho permite a sus simpatizantes medir su potencial con la inventiva en una especie de entrenamiento abierto en el que también se citan humoristas para «probar texto».

Otro ejemplo en auge de talento espontáneo son las «jam sessions». Una banda base toca y artistas repartidos por las butacas se van uniendo al compás. «Se crea una magia alucinante y por supuesto se mezclan todos los estilos: funky, blues, rock, flamenco o bolero», cuenta Moisés Guzmán, guitarrista del grupo ilicitano Malos Ingredientes.

La buena salud de la cultura ravalera la refrenda una parte muy implicada, el activo movimiento vecinal Viuraval. «Se está produciendo un despertar cultural en esta ciudad, con capital en el barrio de El Raval. Gracias a los locales de ocio y al movimiento de agrupaciones ofrece una agenda alternativa que atrae a muchos jóvenes», analiza el secretario de la asociación, José Corrales.

Y brilla más al ser comparada con el contexto general de la ciudad, según critican desde el Observatori de Cultura d'Elx. «La situación cultural en Elche necesita cambios, hay buena voluntad pero una sola persona no puede llevarlo todo; hay que nombrar más responsables y estamos a la espera de la creación del Consejo Municipal de Cultura como se nos dijo», apunta como portavoz de la organización, Pablo Serrano. Esa persona es Julián Sáez, actualmente único gestor de la programación dependiente de Cultura. «Elche está viviendo un momento bueno a nivel cultural», discrepa. «Cuenta con muchos espacios para ver directos», opina Sáez, quien sí encuentra carencias en uno de los puntos más deficientes del plan estratégico, la difusión. «A veces se queda corta, pero aprovechamos las redes sociales y, sobre todo, el boca a oreja; tenemos menos medios de los que nos gustaría, pero estoy satisfecho con la respuesta», dice. El otro punto de vista lo aporta el sector privado: «El interés por la cultura en Elche es mentira. La gente va al Gran Teatro a ver «Mamma Mía!» por inercia, pero yo traigo un artista de Madrid consagrado por cuatro euros y no aparecen. Somos una minoría», manifiesta José Joaquín Pérez, al tiempo que propone el próximo reclamo: batallas en clave de rap.

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